La pandemia, sus consecuencias, los rebrotes, el miedo y un largo etcétera han arrasado con el resto de la actualidad. Pasamos por encima de las demás noticias como si fueran baladíes, de cuarta división, casi despreciables. Temas que otrora nos parecían esenciales son hogaño simples apéndices que nos merecen una atención tangencial. El COVID-19 se ha instalado en nuestra existencia para absorberla y dirigirla. Es lógico porque es mucho lo que está en juego, empezando por las propias vidas y continuando por empleos, estabilidad económica y, en definitiva, futuro. Pero es lógico también que esas otras noticias, las que no son coronavirus, no vayan directamente al cubo de la basura vital, sino que nos provoquen inquietud o interés, nos muevan la conciencia y nos obliguen a reflexionar y, por qué no, a tomar decisiones y a posicionarnos al respecto.

De entre esas noticias que la pandemia ha relegado a un segundo o tercer plano me llamó poderosamente la atención una publicada el pasado miércoles 15 de julio. El titular era impactante: "Solo 23 millones de españoles en 2100". Les aseguro que me refregué varias veces los ojos, que cerré y reabrí el periódico a la espera de que las palabras hubieran cambiado por sí mismas, que me pellizqué, que miré y remiré el calendario por si era época de bromas, en fin que tarde un tiempo en creerme aquello que aparecía en portada y, ya dentro del diario, a toda página. Claro que aquí, en el interior, el titular, a cuatro columnas, era, al menos para mí, menos fuerte. Decía: "Un estudio augura que la población no llegará a los 10.000 millones". El subtítulo lo aclaraba: "La humanidad alcanzará el pico de habitantes en la década de 2060 y se reducirá en los siguientes 40 años, según una investigación de la Universidad de Washington". El texto, publicado por la revista The Lancet, especifica que la población mundial continuará creciendo hasta le década del 2060, cuando llegará a 9.700 millones de personas. A partir de ahí habrá un descenso lento: "solo" 8.800 millones (900 millones menos) en 2100.

Confieso humildemente que esas cantidades me desbordaron, se me escapan del magín. Si no me lo explican, no sé si son muchas, si son pocas, si responden a las previsiones, si China, India y demás naciones superpobladas se van a comportar como se espera (o se teme)? Por eso preferí fijarme, detenerme, en lo que hacía referencia a España. No había muchos detalles, pero sí llamativos, casi sobrecogedores. ¿O sea que, en 80 años, vamos a perder 23 millones de habitantes?, ¿cómo se calcula eso y, sobre todo, cómo es posible, en base a qué datos? Es que, oiga, estamos hablando de la mitad de la población actual. Si ahora no somos un país excesivamente poblado (salvo las zonas que todos conocemos), ¿cómo se nos calificará en ese lejano 2100?

Y, claro, de lo amplio a lo concreto. Es decir, me dio enseguida por pensar en cuanta gente quedará por estos pagos si España pierde la mitad. El estudio de la Universidad de Washington no habla de comunidades autónomas. Por tanto, imposible saber si las bajadas serán uniformes, si perderán más ¡¡¡todavía!!! las zonas rurales, si los hachazos se cebarán en áreas urbanas, en zonas industriales o costeras, si mermará mucho el turismo, si aumentará la despoblación donde ya reina la despoblación?Todo un misterio, pero, si se cumplen las citadas previsiones, un misterio espeluznante.

¿Qué motivará tal sangría si, sobrados como hemos estado hasta hace poco, nos parecía que no podíamos retroceder en ningún aspecto. Sí, es verdad que nacen pocos niños, que la población envejece, pero, hombre, eso siempre tiene arreglo: que vengan emigrantes y que nos saquen las castañas del fuego, especialmente en aquellas tareas que nosotros ya no queremos. Y si hay que echarlos, pues, hombre, se les echa, que se vayan a su tierra, que aquí Vox y algunos "voxitos" más nos quieren puros (lo de castos es otro cantar) como en tiempos de los Reyes Católicos y las expulsiones de judíos y moriscos. El estudio publicado por The Lancet hace, precisamente, hincapié en la emigración. Y advierte que los descensos de población serán más acusados en todos los países desarrollados si no llegan emigrantes. Es el enésimo aviso de alarma en tal sentido. Los anteriores no han sido escuchados. No hay una política de emigración en la Unión Europea, se cierran fronteras, Trump continúa con sus muros y así sucesivamente. Quizás en el 2100 ya sea tarde para lamentarse.

Ah, ¿y cuántos quedarán en Zamora, en Castilla y León, en esas fechas. He dejado la pregunta para el final porque me da pánico la respuesta.

¿Hay alguien ahí?