Pablo Casado convocó a los presidentes regionales del PP a un almuerzo en Madrid. El cronista imagina: lo suyo hubiera sido una mariscada en Galicia. De primero bien pudieron servir euforia con albariño, pero el segundo plato, merluza a la vasca, resultó un poco escaso e Iturgaiz apenas comió nada. No será por la indigestión de votos. Eso sí, de las recetas vascas todos opinan. El PP es solo uno, lo que ocurre es que su discurso funciona bien en unos sitios y en otros no. Feijóo no es de izquierdas, aunque sí es más transversal que otros barones regionales, bien es cierto. Casado invitó a comer por ver si las dos almas, que en realidad son una, se hacían ver. Invitar a las almas a comer sale barato, son frugales y no todo el mundo tiene. Nunca se ha visto a un alma pedir más vino ni un postre caro. Yo soy muy de dejarme el alma. No de dejarme el alma en lo que hago, sino de dejarme el alma en la puerta del restaurante si el restaurante es caro.

No es que Casado sea duro o blando, montaraz o reformista, es que ha adoptado una estrategia que a lo mejor no le vale y se apresta a cambiarla. No hay ideales, hay tácticas. Feijóo va a comer a Madrid y todos destacan su madera de líder autónomo. Iturgaiz va a comer a Madrid y todos lo acusan de pertenecer a un partido centralista. Para la debacle pepera en Euskadi, la dirección nacional del PP siempre tiene una fórmula: "Hay que hacer una reflexión". Es la vertiente moderna del clásico "ya si eso". Lo que ocurre es que en vez de hacer reflexión, lo que hacen es cambio de candidatos. Alfonso Alonso quizás ría al fondo, almorzando ya en casa, no en Génova. Fichado por una consultora de ringorrango.

A la autocrítica no se le invita a los almuerzos, lo fastidian todo, lo ponen todo perdido, no se ríen. La autocrítica se la hace uno en casa por la mañana con la fresquita y ya sale autocriticado a la calle, hombre. En un restaurante con líderes la autocrítica lo único que hace es ponerse pesada y a lo mejor exigir que se suprima el aperitivo o el vino blanco y ya la hemos fastidiado. Feijóo es tal vez un líder menos audaz de lo que podrá pensarse: cuando quiera dar el salto tal vez Casado ya sea un político cuajado. Más de centro y más gordo, de almorzar sin autocrítica.