"La libertad de prensa, lo mismo que todas las libertades, tendrá sus inconvenientes, tendrá sus peligros; pero con todos ellos es preferible a la tranquila placidez del despotismo, como decía Tácito". La frase que he tomado prestada pertenece al teólogo español de la liberación, José María Vigil. Bendita sea esa prensa libre, alejada del pesebrismo imperante y convertida en eje de la democracia. Estoy convencida de que si la prensa no existiera, no conoceríamos la realidad en la que vivimos inmersos, no sabríamos lo que ocurre en cada rincón del planeta. Estaríamos desasistidos y como huérfanos. El hecho de que la prensa sea libre o no, no depende sólo de los editores y de los periodistas que son y se sienten realmente libres, depende fundamentalmente de la sociedad en su conjunto que debe tener la necesaria capacidad para discernir.

Y es que la prensa no sólo "es el arma más poderosa contra la tiranía y el despotismo, sino el instrumento más eficaz y más activo del progreso y de la civilización", como sostenía, allá por el siglo XIX, Francisco Zarco, político y periodista mejicano. Todo este preámbulo para ironizar ahora sobre la teoría de la conspiración periodística que Podemos, con Pablo Iglesias a la cabeza, se ha sacado de la manga. Una manga que se estrecha para las libertades de los demás y sólo se ensancha cuando les afecta a ellos. Iglesias no ha caído en la cuenta de que "la libertad de expresión lleva consigo cierta libertad para escuchar" así opinaba el compositor jamaicano Bob Marley. Y es que Iglesias no escucha a los demás. No sabe escuchar. No entiende lenguaje alguno que no sea el suyo.

Podemos ha puesto la diana en la prensa ante las revelaciones del caso Dina, sobre el que el poder judicial debería de centrarse porque hay mucho tomate, y quiere llevarse por delante a los periódicos y a los periodistas que no le son gratos, que no le bailan el agua. Comenzó el proceso con el secretario general de Podemos como perjudicado y, tras los últimos descubrimientos se ha convertido en sospechoso de un delito de revelación de secretos. El giro en la investigación ha sido de 180º. Y eso es lo que preocupa al vicepresidente segundo del Gobierno. El hecho de que la investigación siga su curso y pueda verse obligado a salir del Gobierno. Cosa que no va a ocurrir porque este Gobierno, tanto del lado de Podemos como del lado del PSOE, parece tener bula. Con ellos llegó el escandalo pero sin más consecuencias. Y eso, a pesar de todo lo que sabemos.