La felicidad es una heroína que se maravilla con los recuerdos y es capaz de dar un fuerte abrazo en la distancia. La amistad es un puente por el que pasan los afectos y sin esfuerzo en determinados momentos adquieren una visión sobrenatural. Dicen que lo efímero genera angustia, yo creo que no... Junto a muchas tristezas, se potencia la magia de la felicidad.

Querido Ángel: hace un año que nos derrumbaste a todos con tu muerte. Pero no por ello te hemos olvidado; junto al fastidio de las ausencias, siempre tienes el mejor lugar. A pesar del malestar que produce no verte, sigues siendo razón de unión y buenas formas. No sé si la eternidad se te hace larga sin poder jugar al golf; sé, me lo ha confirmado Manolo Vidal, que a ellos (tus amigos) tu ausencia se le hace interminable y que junto al silencio (el tuyo) se empequeñecen todos los campos. Así es la fragancia de los buenos perfumes: nunca se va.

La muerte no lleva las pasiones al hastío. Lo unido por el afecto y el cariño, al principio se aflige, pero luego brota con más fuerza. Aquí seguimos queriéndote, ciertamente, hiciste muchos méritos para hacerlo. A menudo, más de lo que imaginas, recordamos tu grandeza, tu calidad humana, tu saber estar, tu clase, tu educación, y también tu sibaritismo, para qué negarlo...

Querido Ángel: la vida tendría un valor negativo si nadie se acordara de nosotros. Tú siempre serás conciencia de sentimientos y sentir sin finalidad. Las relaciones humanas no son un hecho exterior, al contrario, todas son el hecho interior, que se nutre de las vivencias y el conocimiento. Amigo mío, te esperaré de por vida en La Sal, para tomarnos unos macarrones y un verdejo. En suma, la vida son anhelos y deseos, por lo tanto me reconozco en ellos: aunque a veces sean ilógicos. ¡Algún día nos volveremos a ver!