Parece una paradoja tener nostalgia de un confinamiento. En educación, echamos de menos las rutinas de nuestras vidas anteriores. Estudiantes y padres lloran las ceremonias de graduaciones perdidas, profesores lloran la pérdida del aula tradicional que ahora se nos antoja ideal, los chavales lloran sus encuentros entre clase y clase, etc. En una palabra, sentimos nostalgia en su acepción etimológica de anhelo de "volver al hogar".

Este sentimiento nos ayuda a lidiar con experiencias traumáticas; cuando experimentamos nostalgia, especialmente en recuerdos apreciados de amigos, familiares o parejas anteriores, sentimos una conexión social con ellos que puede protegernos en tiempos de incertidumbre vital; sin embargo, como nos dice Boym en su libro "El futuro de la nostalgia" no debemos idealizar el pasado, porque también tiene que ver con la repetición de lo irrepetible, con el deseo de materializar lo que quizá nunca existió.

Esta ensayista nos dice que existen dos tipos de nostalgia, la restauradora y la reflexiva. Es esta segunda la que nos interesa, puesto que es la que no bloquea, sino que cuestiona si estamos mitificando el pasado y el futuro de la educación formal. Si nos sentimos nostálgicos por una educación tradicional con grupos de 30 estudiantes por clase, puede perjudicar nuestra oportunidad de repensar y discutir una reforma educativa a largo plazo. Cuando llega el momento de abrir de nuevo las puertas del edificio, debemos, como dicen los americanos tan pragmáticos ellos "pensar fuera de la caja" ( Think out the box) y no dejarnos seducir por el fuerte encanto de la nostalgia. Hay algunas grandes cuestiones sobre las que merece la pena reflexionar: equidad curricular, desarrollo profesional y familias.

En cuanto a equidad curricular, es la oportunidad de crear un curriculum que proporcione espacio para la diferenciación, pero que también amplíe el acceso. Si todos asisten al mismo centro -Internet- hay formas de garantizar que todos tengan acceso al mismo curriculum ya sea colegio, instituto o Universidad, estén en un pueblo recóndito o en la ciudad. La semana pasada, una amiga tuvo una idea para los colegios zamoranos que no pueden mantener la distancia de seguridad en sus aulas por el elevado número de alumnos; enviarlos a los colegios de pueblos cercanos que ya tenían escuelas construidas y estaban vacías. La tacharon de loca. Eso, si me permiten la expresión, es quedarse en la primera derivada. Si bien logísticamente es complicado, la idea supone una alternativa real y factible. No debemos confundir complejidad con invalidez. Esa idea puede llevarnos a pensar, por ejemplo, que es posible que necesitemos dos tipos de maestros en los centros: unos que sean presentadores, expertos en "screencast" y desarrollen unidades didácticas virtuales interesantes y otros, tutores, que trabajen con pequeños grupos de estudiantes para guiarlos en la comprensión del contenido de ellas. Vendría a ser un modelo híbrido, rotativo de asistencia. Evidentemente será más fácil para estudiantes de secundaria y bachillerato, pero los estudiantes de primaria, pueden tener mayor apoyo de los padres en el monitoreo y guía de su aprendizaje, lo que implica que la escuela deberá invertir más en apoyo en familias con niños más pequeños en plataformas tecnológicas más amigables, e incluso distribuyendo entre ellas libros y objetos manipulables como bloques matemáticos, por ejemplo.

En cuanto al desarrollo profesional, los líderes educativos deberían discutir qué apoyos proporcionan a los profesores. Una compañera me decía: "estoy tan estresada que no puedo dormir, porque las familias están bajo mucha presión. No solo estoy apoyando a mis estudiantes, también estoy apoyando a sus familias". La tecnología es adecuada para apoyar el aprendizaje personalizado, pero la pedagogía tendrá que cambiar y pasar de cómo mantendremos a los niños atentos durante el tiempo de clase a cómo enseñamos la lectura comprensiva a distancia. Necesitamos más investigación sobre la ciencia del e-learning que nos diga cómo si un estudiante no puede sentir el calor de una llama de un experimento científico, su cerebro codificará la experiencia de manera permanente.

En cuanto a los padres, se han convertido oficialmente en los principales enlaces para el aprendizaje de sus hijos; los padres son maestros y los maestros son sus asesores de aprendizaje. A los maestros también se les ha dado una ventana más clara sobre lo que sucede cuando las familias tienen dificultades. Este es un buen momento para desarrollar protocolos para mayor participación.

Evidentemente, no poseo una bola de cristal para predecir el futuro, pero sí para enfatizar la urgencia de discutir las cuestiones que nos ayudarán a prepararnos para los cambios. El aprendizaje a distancia puede no ser la norma para siempre, pero creo que sí puede ser una plataforma de lanzamiento para la reforma educativa y dar a los estudiantes herramientas para el aprendizaje autónomo. En este sentido, el trabajo acaba de comenzar.