Pocas cosas pueden ya sorprender en política a estas alturas. La escasa cintura política de nuestro alcalde para encajar la crítica, es una de ellas. Da igual que provenga de un político de la oposición, de un funcionario en el ámbito de sus competencias, de un columnista periodístico o de cualquier vecino de Zamora. La delgada piel de nuestro alcalde se ha hecho aún más fina desde que los zamoranos le han otorgado la mayoría absoluta y ahora sufre de intolerancia aguda ante todo lo que no sea la caricia del halago.

Es algo extraño en quien resulta ser el político en activo más veterano del primer nivel provincial y quien hizo gala siempre y más que nadie nunca -salvo, quizá, Luis Rodríguez San León en sus tiempos duros- de elevar la temperatura de la crítica y de afilar toda arista para erosionar de manera indiscriminada cualquier acción de gobierno y a quien la ejecutaba aunque luego hubiera de callar como si no hubiera pasado nada o retractarse en el juzgado. Actitud que le granjeó un importante grado de reconocimiento social y mediático para desorientación de los representantes del PSOE, entonces partido mayoritario de la izquierda local.

Lo estamos viendo en estas últimas semanas especialmente, quizá porque la oposición empieza a achacarle a él y a su grupo incumplimientos, incapacidad de gestión y negativa al diálogo y la negociación sobre los asuntos más importantes de la vida municipal. Quizá porque los funcionarios empiezan a cubrirse las espaldas ante actuaciones que consideran poco transparentes o de dudosa regularidad administrativa. Así ha ocurrido que a raíz del contrato de mantenimiento de las zonas verdes de la ciudad el alcalde ha salido personalmente a los medios para tildar de mentirosos a los concejales de la oposición, a tratarlos como ignorantes y a ratificar que en el pliego está todo bien, es el mejor posible y hasta el único posible, sin mayor argumentación según parece que la de que es el suyo y de su concejal. Todo porque la oposición se ha negado a respaldarlo, sin tiempo, sin explicaciones ni contestación a las incoherencias detectadas y sin debate suficiente.

El contrato actual proviene aún del año 2007. Está vencido sin posibilidad contractual de prórroga desde el año 2013, siete años, de los cuales cinco se corresponden con su desempeño de la alcaldía. Cinco años en los que el alcalde y su concejal delegado no han sido capaces -o no han querido, lo ignoro-, echar a rodar el procedimiento para una nueva contratación pese a que el pliego de condiciones técnicas llevaba varios años elaborado por el funcionario competente. Su reacción ahora, tras el rechazo unánime, argumentado y razonado, de la oposición a dar su respaldo al trágala que les han puesto sobre la mesa, denota un nerviosismo que no encaja con alguien tan curtido tras décadas de ejercicio político y un lustro de alcaldía. El portavoz del PSOE puso de manifiesto la opacidad que percibía en todo este procedimiento. Opaco Guarido, nervioso e intolerante a la crítica. Extraño.

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