Arranco con palabras duras: ¡no hemos aprendido nada! El famoso dicho de que el hombre (vamos a incluir también a la mujer) es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra es tan cierto como que dos y dos son cuatro, que todos los días sale el sol o que la gravedad nos mantiene pegados al suelo. Tras estar confinados durante tres meses, tras vivir experiencias dolorosas y amargas, tras sufrir los efectos psicológicos de un encierro que nos pasará factura, tras salir todos los días a los balcones a aplaudir a quienes estaban arriesgando sus vidas por salvar las de los demás, tras escuchar las noticias y las cifras de fallecidos por culpa del maldito virus, etcétera, etcétera, etcétera, resulta que ahora tenemos que presenciar escenas de la vida cotidiana donde las conductas insolidarias e irresponsables son las protagonistas. Playas atestadas de personas, botellones, macrofiestas, etc. ¿Alguien me puede explicar a qué obedecen estas conductas? ¿Pero es posible que no hayamos aprendido nada? Pues eso parece.

No hay que ir, sin embargo, muy lejos para toparse de bruces con conductas parecidas o similares. Hace varias semanas compartí en esta misma columna lo que había presenciado en un bar muy conocido de Toro: camareros sin mascarillas, clientes tomando en las barras cuando aún no estaba permitido, mesas que no se desinfectaban tras haber sido usadas, etc. Y esta misma semana he presenciado de nuevo una escena en un bar de otra pequeña localidad zamorana, que no citaré para no dar pistas, que me dejó cariacontecido. Resulta que estaba tomando un café con un buen amigo que no veía desde hacía varios meses y entró un matrimonio, que yo no conocía de nada. La pareja llegó sin mascarilla, saludaron a mi amigo, se ubicaron en una esquina de la barra y, tras unos minutos de comentarios intrascendentes, la señora soltó mucho más que un aspaviento: "Bueno, a ver si pasa esto". Y se quedó tan pancha. Luego llegaron los jajaja, los jejeje y los jijiji. Me quedé con ganas de soltarle cuatro palabras. No lo hice por respeto a mi amigo.

Analicen con frialdad el supuesto flagelo de la señora. Seguro que les resultará familiar, pues durante las últimas semanas lo habrán escuchado cientos de veces en la cola de la pescadería o cuando se encontraban con algún vecino: "Bueno, a ver si pasa esto". ¿Se dan cuenta de lo que esconden estas palabras? Dicho por alguien que entra en un bar sin mascarilla, que no respeta las normas más básicas de protección y seguridad sanitaria, pero que se aflige porque está esperando a que pase cuanto antes un bicho que anda por ahí pululando y haciendo averías. Como si plantarle cara al maldito virus para conseguir que se largue cuanto antes no estuviera también en nuestras manos. Por tanto, "Bueno, a ver si pasa esto" es una declaración de absoluta irresponsabilidad por parte de quienes, teniendo que tomar medidas de protección personal para cuidarse no solo ellos sino también al resto de la tribu, pasan de largo y se lo toman a chirigota. Y es que, todo hay que decirlo, hay muchos irresponsables que andan sueltos por ahí.