Vivimos un momento de conflictos, con fariseos convictos que practican un cinismo galopante. Por una parte, se insiste en la necesidad de hacer primar la verdad y la transparencia informativa, y por otra parte se omiten determinadas informaciones por aquello de que no es políticamente correcto hacerlo. ¿Pero quién determina lo que es y lo que no es políticamente correcto?: pues los mismos que dicen una cosa y la contraria, los mismos que hacen lo que, por otra parte, dicen que no hay que hacer.

También se airean determinadas informaciones que no gozan de base alguna en la que poder sustentarse, por el mero hecho, o gusto, de darle caña al oponente político, de cercenar su crecimiento, de debilitarlo en base a cualquier argumento, aunque se sea consciente de su falsedad.

La manera en que se ha venido actuando en relación con el COVID-19, es bochornosa. Con una sanidad semi-desmantelada y una imprevisión absoluta, hace unas pocas semanas las comunidades autónomas exigían al Gobierno que autorizara hacer una vida "normal", o casi normal, en sus respectivas autonomías, ya que consideraban que el estado de alarma no era otra cosa sino una forma de cercenar las libertades y erosionar la democracia. Alguna presidenta de Comunidad, como la "dolorosa" que gobierna Madrid, jaleaba a los manifestantes que se saltaban las pautas sanitarias indicadas por el Gobierno, clamando aquello de "libertad", y exigiendo, a ritmo de cacerolada, que en Madrid se avanzara rápidamente en el desescalamiento saltándose de un plumazo las fases intermedias que hicieran falta. Pues bien, ahora, unas semanas después, cuando la situación de la pandemia ha mejorado, y el Gobierno propone avanzar, resulta que prefiere frenar el proceso argumentando que hay que ir despacio, porque antes de pasar a la "Fase3" hay que ver como desarrolla la "Fase2". Y no es que alguien le haya inyectado una dosis de sentido común, sino que ha visto que se le echa encima la responsabilidad de tal decisión, y ya no puede decir aquellos disparates con los que alardeaba hace unos días.

Lo que parece cierto es que, si el Gobierno hubiese permitido a los madrileños y a otras Comunidades, como las de Cataluña y Valencia, vivir como si en España no hubiera pasado nada, la pandemia no se habría visto frenada de esta manera, o, dicho de otra manera, el número de contagiados, habría aumentado. Pero, por lo que se ve, eso no debe importarle demasiado a quienes hacen lo indecible por gobernar, o derrotar al contrario, aunque sea en detrimento de los intereses de los ciudadanos, que son los que, al fin y al cabo, sufren las consecuencias de sus desaguisados.

Lo cierto es que, ahora, la Comunidad de Cataluña, ha pasado de aquel "España nos contagia", pidiendo hacer las cosas por su cuenta, por aquello de que "si fuéramos independientes tendríamos menos muertos", a las recientes declaraciones de su Consejera de Sanidad que dicen otra cosa, concretamente que "no podemos asegurar que hubiera habido menos muertos si hubiéramos sido independientes". La Comunidad Valenciana también metió prisa, en su momento, esgrimiendo aquella rimbombante afirmación de que "la lealtad no es sumisión", pero ahora que se acerca el momento de responsabilizarse de la gestión sanitaria, que para eso la tienen transferida, tampoco muestran demasiada prisa en avanzar. Por otra parte, el Gobierno, continúa en sus trece de no admitir sus errores, que no han sido pocos, como el de las manifestaciones del "8 M", lo que está contribuyendo a que cada vez haya más gente con ganas de pasarles factura, pues nadie duda que aquellos eventos contribuyeron a acelerar el avance de la pandemia. ¿Cuántas transmisiones del virus hubieran podido evitarse? Nadie lo sabe. Pero a buen seguro que las suficientes como para haber dejado las manifestaciones para otro momento. Pero sigue sin reconocerse aquella metedura de pata. Hace solo unos días, el presidente del Gobierno, sin que nadie se lo preguntara en ese momento, soltó en el Congreso aquel "Viva el "8 M", sabiendo de sobra que poca gente está en desacuerdo con los movimientos en post de los derechos y libertades de las mujeres, aunque no así de las manifestaciones que conllevan algún riesgo sanitario.

Aquello de que "cuanto peor mejor" no es buena compañera de viaje para conseguir acuerdos, y vista la situación por la que atraviesa nuestro país, es algo que está clamando al cielo. No ha debido entenderse bien que con la salud no debe jugarse, ya que la guerra entre partidos va in crescendo. Ha llegado el momento de comenzarl a batalla que gane terreno a la desastrosa gestión de los centros de mayores y su descoordinación con las autoridades autonómicas, que ha dejado un reguero de dolor, incapacidad, incompetencia y falta de respeto a los ancianos.

Pero algunos dicen que hablar claro resulta peligroso, aunque sean conscientes que ocultarlo va en detrimento de la trasparencia y la realidad, y una sociedad que presume de democrática y desarrollada debe estar al nivel que le es exigible a ese respecto.

Desafortunadamente, el envilecimiento se ve envuelto en discursos groseros y simplistas, haciéndose dueño de los foros políticos, incluido el espectro parlamentario. Las acciones fútiles no escasean, y la ingratitud para con quienes les han concedido sus votos va en aumento, en tanto una especie de movimiento tiránico utiliza una ortopedia lingüística para ocultar los datos que más interesan a los ciudadanos.