Ahora que estoy muy próximo de alcanzar la edad de nonagenario, siento la nostalgia de evocar a mis abuelos. Los padres de mi padre eran Balbino y Florencia, y los de mi madre fueron Maximino y Justa.

Mi abuelo Balbino había sido un veterano de la guerra de Cuba, fue mi padrino de bautizo y por eso llevo su nombre. Vivian en una humilde casita que se hallaba en el llamado "Corralón de las merinas" , situado en el Alto de San Lázaro, al inicio de la Cañada de las Merinas.

Tengo un anecdótico recuerdo, muy remoto, posiblemente tenía yo siete u ocho años, cuando fuimos a visitarles mi hermano Paco y yo, siguiendo un itinerario desde nuestra casa en el Barrio de Fuentelarreina, atravesando las entonces existentes Huertas de Arenales y subiendo por la Cuesta del Bolón.

Ya en aquella casita de nuestros abuelos Balbino y Florencia, salimos a jugar al corralón, un amplio solar semi-abandonado, donde había algunos árboles. De uno de ellos había caído un nido con dos pajaritos recién nacidos, todavía implumes. Como no parecía posible recomponer el nido a su árbol, mi abuelo, muy complaciente, aunque nos hizo la advertencia del conocido aforismo: "pájaro seas y en manos de niño te veas", colocó a los dos pajaritos dentro de un sombrero militar que conservaba de sus tiempos de la guerra de Cuba, y con el sombrero en nuestro poder y sus pajaritos dentro emprendimos el regreso a casa, Ni que decir tiene que cuando intentamos enseñar aquel contenido a nuestros padres, los pajaritos ya habían muerto y el sombrero estaba sucio de excrementos.

Poco más tengo en mi memoria de aquellos abuelos, pues mi abuela Florencia falleció cuando yo todavía era muy niño y a mi abuelo Balbino lo acogieron mis tíos Julio y Felicidad , que, entre sus varios hijos tenían una que se llama Florencia, puesto que todavía vive.

De los otros abuelos, padres de mi madre, tengo más extensos recuerdos, porque me crié próximo a ellos, en el barrio de Fuentelarreina. Mi abuelo Maximino fue Guarda de Jardines y mientras estuvo activo en su empleo, acostumbraba a traer a casa (cuando era la temporada) cantidades de piñas procedentes del bosque de Valorio. Sentados alrededor de la lumbre de aquel hogar de leña que había en su cocina, las piñas arrimadas al fuego se iban abriendo y todos nos afanábamos en extraer los piñones, con todo el entusiasmo, sin tener en cuenta que podíamos quemarnos las manos al estar las piñas todavía muy calientes.

Mi abuelo Maximino siempre estaba de buen humor, al contrario que la abuela Justa que tenía un genio "explosivo".

Me quedó grabado en la memoria una canción que el abuelo cantaba en sus momentos de euforia: "Los ministerios en Babilonia suben y bajan tan de repente, que aquel que eligen por la mañana, ya por la tarde no es presidente" y seguía con el estribillo: "Ay va, ay va, ay babilonio que marea; ay va, ay va, ay vámonos para Judea; ay va, ay va, ay vámonos allá,"

Respecto a mi abuela Justa, repito muy temperamental, tenía su muy propia personalidad, pues era conocida como "Justa la Aguadora", sobrenombre que se había ganado con su propio esfuerzo vendiendo cántaros de agua por las casa de la ciudad cuando todavía no había agua corriente a domicilio o que las familias pudientes preferían beber la deliciosa agua de la Alberca que mi abuela transportaba en un carro-cuba, del que todavía llegué a conocer sus restos.

Pues bien, aquí dejo estos breves apuntes del relato de mis abuelos, ahora que yo ya soy bisabuelo.