La popular serie de televisión "Crónicas de un pueblo" retrató la vida cotidiana de diversos personajes de un pequeño pueblo de León en los años setenta del pasado siglo. Lo que entonces me llamaba la atención y aún hoy me sigue atrayendo es la descripción que se hacía de las fuerzas vivas del pueblo, esto es, de las personas que manejaban el cotarro y controlaban los hilos del poder político, económico, religioso y cultural. Esa serie marcó la vida de varias generaciones y es una pena que, en momentos como los que estamos viviendo en la actualidad, no la hayan vuelto a reponer en alguna de las cadenas públicas de televisión. Que la vieran, por ejemplo, los chavales. Entre tantos deberes, tareas y ejercicios, no hubiera estado mal que a algún docente se le hubiera ocurrido solicitar a los estudiantes bucear en algunos capítulos para realizar una reflexión sobre el poder, la autoridad o la desigualdad social en esos años y comparar esas situaciones con el presente, tratando de encontrar los cambios y las similitudes.

De todas esas pequeñas cosas sin importancia se hablaba en la serie. Interpreten lo que acaban de leer como una ironía, porque si hay algo importante en nuestras vidas son precisamente los hilos con los que se van tejiendo las relaciones sociales que mantenemos con quienes nos rodean, es decir, las personas que se cruzan en nuestro camino, ya sea en el hogar, el trabajo, el colegio, el parque, el centro comercial, etc. Sabemos que eso hilos son de muy distintas formas, trazas y colores. Por simplificar: unos son blancos, azules o rojos; los hay también finos y gruesos, ásperos y ligeros, fuertes y blandos. El caso es que los hilos, con ser importantes, no son nada si no entran en comunicación con los demás, esto es, si no se engarzan unos con otros para conformar un tejido, un jersey, una capa alistana o cualquier otro artilugio que se le ocurra en estos momentos. Y otro tanto ocurre con los hilos que utilizamos para construir las relaciones sociales y, en definitiva, conformar lo que somos o lo que nos gustaría ser.

¿Y a cuento de qué viene todo esto? Porque "Crónicas de un pueblo" reflejaba muy bien la vida cotidiana y las relaciones sociales del mundo rural de hace apenas cinco décadas, es decir, anteayer. No negaré los cambios sociales, económicos y políticos que se han producido durante estos años no solo en los pueblos sino en el conjunto de la sociedad española. Eso, como saben, es incuestionable. Lo que no ha cambiado es, sin embargo, el modo como se construyen las relaciones sociales. Tanto antes como ahora obedecen a los mismos patrones: la posición social que uno ocupa en el conjunto de la estructura social o, si prefieren, la capacidad que uno tiene para influir en la vida de los demás. Así de simple. Miren a su alrededor y analicen en qué posición social se encuentran con respecto a los demás y la capacidad que tienen para tomar decisiones e influir en las personas que le rodean. Si la tarea les resulta complicada y no son capaces de llegar a ninguna conclusión, vean "Crónicas de un pueblo". Y luego me lo cuentan.