Eso es también lo que se preguntan muchos sanitarios, de los que estuvieron en primera línea de 'fuego' vírico, sobre la obligatoriedad de llevar mascarilla y la pertinente distancia social. Estimo que algunos ciudadanos no han entendido nada. Creen que esto es jauja y se apelotonan e incluso pasan de mascarilla que, o la llevan en la mano o a modo de collar. Luego, cuando pase lo que nadie queremos que pase, volveremos a lamentarnos, volveremos a aplaudir, volveremos a poner el 'Resistiré' para ver si nos contagiamos de su mensaje y esas cosas que han formado parte de la cuarentena. Además, claro, de permanecer en casita confinados.

Algunas personas no han entendido nada o casi nada de lo que está en juego. Y en juego está nuestra salud, nuestras vidas. La salud y la vida propia y la salud y la vida de los demás. El domingo me vi obligada a acudir a eso de las 11:00 horas a la farmacia de guardia de la calle de San Torcuato. En las calles adyacentes, gente, fundamentalmente joven, sentada en las terrazas, pasándoselo bomba, sin mascarilla y sin distancia. Además, chicos que volvían de algún tipo de fiesta con botellas de cerveza de la mano y bien juntitos, digo yo que sería porque llovía bastante.

Solo los que pacientemente hacíamos cola a la puerta de la farmacia, quizá más conscientes de la situación, guardábamos la distancia exigida y portábamos la mascarilla donde hay que llevarla, tapando boca y nariz. No puedo entender la algarabía reinante por el deseado cambio de fases cuando las cosas no se están haciendo bien. ¿Qué no han entendido sobre que el virus ha venido para quedarse? ¿Qué no han entendido sobre su peligrosidad? ¿Qué no han entendido sobre la necesidad de las medidas a tomar? Si los desobedientes no quieren hacerlo por ellos mismos, que lo hagan por los demás. Que lo hagan por nuestros mayores. No podemos permitirnos el lujo de perder a un solo anciano más, miembro de esa generación única de españoles cuyo legado es impagable.

Cuando esto escribo, las noticias no pueden ser mejores al respecto. Sin embargo, el Covid-19 sigue ahí, agazapado vaya usted a saber dónde. Es un mortal enemigo invisible que aflorará cuando menos se le espere. No me extraña el cabreo de algunas enfermeras y algunos médicos que las han pasado canutas, que lo han dado todo y a cambio están recibiendo esta respuesta alocada que no se esperaban. Todos tenemos ganas de salir, ganas de socializar, ganas de pasear, ganas de sentarnos en una terraza, pero no a cualquier precio.