No hace falta ser un lince para darse cuenta de lo mucho que se ha encarecido la cesta de la compra durante estos meses. No hace falta haber estudiado en Oxford para percatarse de que la mayoría de hortalizas y verduras que los supermercados nos meten pino arriba son de procedencia extranjera. No hay que tener más que un buen paladar para advertir que los productos del campo que nos llegan de otras tierras son inferiores en calidad a los nuestros. No se entiende bien porqué se ningunea y desprecia a los productos españoles frente a los importados de otras latitudes que ni falta que nos hacen porque España es autosuficiente. Sólo que mientras los precios de los productos agroalimentarios en supermercados siguen aumentando, su valor en el campo ha disminuido notablemente. Sin duda alguna, el estado de alarma por el coronavirus ha agravado los males del campo.

Menos televisión, menos deslenguarse en el Parlamento, menos provocaciones y más legislar y hacerlo a favor de lo nuestro y de los nuestros. Se ha descuidado todo y a todos, tanto y tanto, que volver a coger las riendas les va a resultar difícil a quienes están en la obligación de proteger el campo español. No puede ser que ni las patatas de nuestra españolísima tortilla sean de nuestros campos, proceden de Egipto. Y si encima la españolísima tortilla le gusta a usted con cebolla resulta frustrante que esta planta hortícola nos llegue de Marruecos.

Me niego a consumir productos cuyo origen no sea España. No tengo ganas que a la hora de pelar patatas compradas en el exterior se me vuelvan negras, como ha sucedido a tantos con este tubérculo, lo que ha dado lugar a un fraude que se viene permitiendo sin poner coto al asunto. El Ministerio de lo propio se está llenando de gloria porque, mientras esto sucede, nuestros agricultores se están viendo obligados a arrancar sus plantaciones de cebollas y patatas, hartos como están de vender a pérdidas, viendo cómo el mercado está saturado de ambos productos, cebollas y patatas, importadas de los dos países del norte de África.

El Gobierno también está en la obligación de cuidar estas cuestiones de vital importancia. Como nuestros agricultores hagan huelga de brazos caídos, nos vamos a morir de hambre porque lo que nos llega de otros lares, cuántas veces es incomestible. Por favor, precios equilibrados en origen tal y como lo ampara la normativa vigente y valores acordes a los costes de producción. Los grandes distribuidores debieran tener escrúpulos suficientes para no darnos gato por liebre y favorecer a los nuestros y lo nuestro.