Cuando ya los sanitarios no pueden más, y los aplausos para agradecer su dedicación y ejemplo se han ido diluyendo, surge ahora una pregunta: ¿se van a quedar esperando, sin más, el repunte de la pandemia, o van a acudir a los juzgados a denunciar a quienes, al obrar con tamaña insensatez e ineptitud, les dejaron a merced del coronavirus?

En mi opinión, lo que han pasado innumerables médicos, enfermeros y demás personal al servicio de la sanidad española (por desgracia, a muchos de sus compañeros se los llevó la COVID-19) es motivo más que suficiente para pedir explicaciones, justicia y, si me apuran, la dimisión del arrogante presidente que no supo ver a tiempo la que se nos venía encima.

Por fortuna, yo soy de los muchos que hemos visto pasar la primera ola de la pandemia sentaditos en el sillón frente al televisor, leyendo, o dando paseos por el pasillo de casa, y lo único que hasta el momento he podido hacer por los sanitarios ha sido brindarles mi aplauso un día sí y otro también; por eso, ahora que los aplausos ya no proceden, quiero que sepan que estoy dispuesto a apoyar cualquier reclamación de justicia que puedan plantear y a ponerme del lado de los que están exigiendo a quién nos gobierna, que se vaya para su casa.

Y digo lo que digo no solo por lo mal que nuestro presidente se enfrentó en un principio a la terrible pandemia que nos tiene atemorizados, sino también por las formas y maneras que tiene de gobernar, que día tras día están dando tanto juego a los medios de comunicación, sean de la tendencia que sea, que no pueden por menos que ponerle en evidencia.

Lo de los últimos pactos, a espaldas de sus más fieles colaboradores, "es para nota"; es decir, es para que los únicos que merecen la pena le dejen solo, y se vayan sin dar explicaciones.

Ya está bien de tanto mirarse al espejo para salir bien por la tele, de tanta "homilía" para no decir nada, de tanto abuso de poder, de tanto cambiar el paso, y de tanta desfachatez a la hora de hablar de lo bien que lo está haciendo, sin reconocer, ni por equivocación, error alguno.

Al señor presidente, que para llegar a donde quería llegar buscó el apoyo de los que no le dejaban dormir y de los enemigos de España, por desgracia, "le ha tocado bailar con la más fea", y como, por dar pábulo a la más osada de cuantas ministras nombró, prefirió mirar para otro lado cuando lo indicado era mirar de frente al enemigo que venía directo a colarse por nuestras ventanas, con el resultado que todos conocemos, si o si, lo que le toca ahora es pedir disculpas e irse sin hacer el menor ruido.

Mientras no lo haga, aunque no las formas, justificaré el fondo de las caceroladas, pues si alguna vez en este país, desde que empezó la democracia, ha habido motivos, no solo para pedir, si no para exigir a un Gobierno que se vaya, ninguno tan gordo como el que nos ha dado su presidente, también su vicepresidente 2º, la "Portavoza" y buena parte de los miembros y "miembras" de su Gobierno.

Por todo lo referido, aunque pueda opinar que tal vez se debiera esperar a que escampe, entiendo a quienes salen a la calle, cacerola en mano, a aporrearla guardando las distancias, para no dejar que los "ladrones" puedan decir que han sido ellos los que les han asaltado.