El campo zamorano sigue sosteniendo a Zamora en la segunda parte de la crisis del COVID-19. Una red al fondo del profundo abismo que reflejan los estudios económicos como el publicado este viernes por LA OPINIÓN-EL CORREO DE ZAMORA, las previsiones de Unicaja, que cifran la caída del PIB para la provincia entre un 7,6 y un 10% en este nefasto 2020. No se trata, esta vez, del peor dato de la región que, en conjunto, superará ese descenso del 10%, rompiendo la tendencia al alza con la que se había iniciado el año, aunque se detectaba ya una ralentización debida a la caída de la inversión.

Si, durante la primera parte de la pandemia la producción agropecuaria y su distribución garantizaron el abastecimiento de la población, en el futuro más cercano puede evitar la segunda catástrofe que lleva aparejada la crisis del COVID-19. La evolución económica de cada territorio irá ligada, ineludiblemente, a sus condiciones de mercado y eso sitúa, de nuevo, a la producción agroalimentaria en primera línea. A pesar de que el descenso del consumo ya asoma. Y es lógico: el escenario del miedo al desabastecimiento que motivó compras compulsivas ha dado paso a otro temor: el del futuro de los puestos de trabajo con más de 8.000 trabajadores solo en la provincia de Zamora en situación temporal de desempleo. Las cifras del paro que se han conocido con respecto al mes de abril aún no reflejan la cruda realidad que acabará traducido en un empobrecimiento de las familias que, consecuentemente, se volverán más cautas a la hora de gastar. Y de la contratación, al inicio de la cuarentena, en empresas como Siro se ha pasado al ERTE para 270 empleados, como consecuencia de una menor demanda.

La progresiva apertura en la restauración, que tanto daño hizo a sectores como el cárnico, debería ayudar en el nuevo equilibrio, pero son tantos los temores, tal el desconcierto sobre normas que van y vienen, que habrá que esperar para ver el comportamiento de los consumidores. Solo que es urgente trazar las líneas para el futuro que cambiará todo, inevitablemente, como sucede cada vez que se produce una convulsión de la magnitud que estamos viviendo. Aseguran los expertos que el concepto de reservas estratégicas que se limitaba antes, fundamentalmente, al mundo energético, se expandirá al tecnológico y al biotecnológico, obligando a un control industrial de actividades para garantizar la seguridad de los ciudadanos. Ello conduciría a un escenario de tendencia autárquica, donde el sector primario ya ha demostrado su relevancia.

Es tiempo, por tanto, de aumentar, mediante las nuevas tecnologías, la productividad de las explotaciones, de apostar por la excelencia en la calidad, de inventar nuevos canales de distribución y comercialización, ampliar la exportación, de apostar, en definitiva, por una renovación que incluya el gran salto cualitativo que debe dar Zamora: avanzar hacia la transformación de esa producción para ganar peso económico, para incrementar el valor añadido de la gran despensa del campo zamorano.

Lo hace ya parte del sector, pero hay que progresar en esa línea. Consolidar proyectos como el nacido en el seno de la asociación Zamora-10: la Escuela Internacional de Industrias Lácteas. Las ayudas prometidas y comprometidas de todas las administraciones deben ir en ese camino de progreso si queremos que la financiación pública, en un momento de absoluta excepción, anime a la privada y se transforme en nuevos puestos de trabajo. La aplicación de las nuevas tecnologías, sobre lo que ya no hay marcha atrás, requerirá la urgencia en la extensión de la digitalización del mundo rural. Mientras los políticos, de Europa a los ayuntamientos más pequeños, aún hacen cábalas sobre cómo y cuánto dinero podrá llegar de las administraciones para estimular una economía hundida como nunca en tiempos de paz, deben impulsarse herramientas con las que fabricar futuro, alejando cualquier tentación de subsidio. La sociedad que llegará cuando superemos la terrible pandemia que ha sembrado tanto dolor, será mucho más exigente en la viabilidad de los proyectos y en la adaptación de los puestos de trabajo.

En toda esta apuesta hay también un principio indispensable para avanzar: la colaboración. Los más pequeños deben encontrar fórmulas como la asociación cooperativa para crecer en fortaleza. La hora de los individualismos suicidas ha pasado. Y ese mismo espíritu resulta indispensable en el plano político.

Castilla y León ha sido objeto de análisis estos días en la prensa nacional, por ofrecer un modelo coherente a la situación, una imagen de unidad y de oposición constructiva plasmado en un acuerdo de todos los grupos para la recuperación. Un ejemplo de la responsabilidad que cabe atribuir, en sí mismo, a cada representante público por el mero hecho de serlo y que, sin embargo, se ha convertido en una insólita excepción debido al lamentable espectáculo al que asistimos día sí y día no en el Parlamento nacional. Con un Gobierno inestable, permanentemente en el alambre, que cae en contradicciones graves y de consecuencias funestas como el pacto desde Podemos con Bildu impulsado sin previo aviso y en pleno hundimiento para derogar la reforma laboral, un paso que ha hecho saltar por los aires el consenso con los agentes sociales y que ha mostrado a las claras, una vez más, las graves disensiones del Ejecutivo.

En medio de una crispación elevada cada vez más de tono por una oposición desquiciada y sin asomo de la templanza y colaboración que demuestran otros países como Portugal, Sánchez ha decidido apagar el fuego con más gasolina. Veremos cómo el incendio afecta a la ejemplaridad mostrada hasta ahora en la comunidad, porque de ello dependerá ese futuro por el que los zamoranos apuestan. Los ciudadanos que se levantan cada día, el comerciante que se arriesga a levantar la trapa e invertir en seguridad; los bares que se adaptan; los sanitarios que siguen al pie del cañón como todo el sector agroalimentario, transporte, limpieza y tantos otros, son la sociedad que merece ser escuchada, el auténtico espejo donde deberían mirarse para tener la altura de miras que reclama el gobernador del Banco de España para un futuro muy difícil. Y son ellos, los ciudadanos, los únicos que parecen plenamente conscientes del duro camino que tenemos por delante.