Cuando el miércoles por la tarde oí la noticia del pacto PSOE-Podemos-Bildu para la derogación inmediata e íntegra (o algo así) de la reforma laboral de Rajoy me quedé estupefacto, helado, confuso. No le encontré explicación racional posible. E intuí (tampoco hace falta ser un lince ni profeta con buen olfato) un terremoto político con múltiples réplicas en todas las direcciones. Suele ocurrir cuando das una patada en un avispero. Claro que me imagino que Pedro Sánchez sabría de antemano lo que podría ocurrir si se llegaba a tal acuerdo y las consecuencias que acarrearía de inmediato y en el futuro. Y si las sabía, ¿por qué impulsó esa maniobra que sorprendió a amplios sectores socialistas y a muchos de sus ministros? Creo que esta es la pregunta del millón. Y la respuesta dada desde las instancias gubernamentales no me parece completa. ¿Solamente porque, si fallaba Ciudadanos, hacían falta las cinco abstenciones de Bildu para sacar adelante la nueva prórroga del estado de alarma? Es posible. Pero también es probable que existiesen presiones muy fuertes de Unidas Podemos para dejar esa impronta y ese "aquí estoy yo, que se note" que tanto gusta a Pablo Iglesias y que parece uno de los motores de su actuación como ministro y como vicepresidente segundo.

Cierto, como ha recordado el propio Iglesias, que la anulación de la reforma laboral de Rajoy está incluida en el acuerdo PSOE-Unidas Podemos que dio paso al gobierno de coalición actual. Es uno de sus principales apartados y donde más énfasis puso el partido morado, si bien Pedro Sánchez también la llevaba en su programa y la anunció en entrevistas y mitines. Pero, hombre, parece que algo tan serio y esencial requiere negociaciones con los agentes económicos y sociales y búsqueda del mayor consenso posible entre los grupos parlamentarios. Sí, ya sé que el horno no está para bollos y que PP y VOX dirán que no a todo lo que venga de La Moncloa, pero hay que intentarlo y conviene hacerlo en el momento oportuno y no cuando el país está pendiente de otro problema muy distinto, que necesita del máximo esfuerzo y de la mayor dedicación. ¿Por qué meter por medio otro asunto conflictivo y, además, dándole protagonismo a un partido como Bildu que genera rechazo en toda España y que sigue siendo incapaz de condenar la violencia de los radicales? Es difícil, imposible, de entender. Ni siquiera en la situación, casi desesperada, de quien teme perder una votación clave en el Congreso.

Y vuelvo a las preguntas: ¿quién aconsejó a Pedro Sánchez?, ¿quiénes no le hicieron ver el despropósito del pacto con Bildu?, ¿por qué salió adelante un disparate convertido enseguida en grave error político y en un arma letal en manos de una oposición que solo piensa en cargarse al Gobierno y en..¿en qué, en nuevas elecciones, en hacer ingobernable España? y que va a usar este asunto como el ariete de su visceralidad y de su tacticismo?

Las dudas son muchas, demasiadas. Y se pusieron de manifiesto pronto, a las pocas horas de conocer el acuerdo con los independentistas vascos. El mismo PSOE tuvo que rectificar-aclarar algunos puntos, como lo de "íntegra" e "inmediata". Y al día siguiente, Pablo Iglesias rectificó a los rectificadores y confirmó "cristalino" la validez del pacto. Y a las pocas horas, la vicepresidenta tercera, Nadia Calviño, rectificó al rectificador que había rectificado a los rectificadores y tachó lo firmado de "absurdo y contraproducente". Y algunos ministros y altos cargos socialistas matizaron que la derogación de la reforma laboral no podía ser ni total ni inmediata porque se produciría un vacío jurídico de consecuencias imprevisibles. Y la patronal CEOE puso en grito en el cielo y anunció ruptura de relaciones con el Gobierno y frenazo al diálogo social. Y los sindicatos, que apoyan la derogación, se quejaron de que no habían sido consultados ni habían podido aportar nada. Y al PNV, aliado interesado muchas veces del Gobierno, le supo a cuerno quemado el protagonismo que adquiría Bildu, precisamente ahora, en vísperas de las elecciones vascas.

Y esa frase -"precisamente ahora"- ha sido, precisamente, la más repetida entre quienes están a favor de la derogación pero no entienden el acuerdo con los independentistas. ¿Tenía que ser "precisamente ahora?, ¿nadie, en las alturas, conserva el don de la oportunidad?, ¿nadie le dijo a Pedro Sánchez que "precisamente ahora" y "precisamente con Bildu" era un error político inmenso y que "precisamente ahora" no caben esos errores porque la lucha contra la pandemia no admite despistes?

Tal vez se lo advirtieron, pero?¡Qué bien le ha venido a Casado a Abascal y a los cacerolos!