UNO. En la era de la imagen, todo nos lo explican mediante imágenes. Aunque se tengan que fabricar con palabras. Así, nos han explicado la incidencia de la pandemia del coronavirus con gráficos y términos como escalada. La imagen que hemos tenido ha sido la de un ascenso trabajoso, terrible de una montaña de dificultades cada vez mayores. Hasta que los datos se estabilizaron y comenzaron a menguar: menos muertos, menos ingresados, menos infectados. A partir de ahí nos convencieron de que estábamos en "desescalada". Palabrejo inventado como antónimo o contrario de escalada, como si no tuviéramos descenso o bajada para decir lo mismo, pero diciéndolo bien. En fin. Es el neolenguaje tan valorado en política, para rehuir términos negativos o demasiado transparentes. El caso es que estamos en lo que ellos llaman desescalada y yo descenso o vuelta progresiva y muy lenta a la normalidad o, por seguirles el juego, neo-normalidad. Y empezamos a vislumbrar lo que se nos viene encima tras la pandemia y que uno, humildemente, ha venido tratando de adelantar en artículos precedentes: una crisis económica de proporciones temibles. Siempre se usó la imagen o metáfora de la bicicleta para explicar que la actividad económico es un ciclo continuo que se retroalimenta y que no puede detenerse o, como las bicis, caerá. Bueno, pues ahora no ha habido más remedio que detenerla; bruscamente y en su práctica totalidad. ¿Nos habremos caído o no será para tanto y, a trancas y barrancas, podremos recuperar sin graves daños el nivel económico que teníamos?

DOS. Es obvio que sin daño no saldremos y que nos esperan días muy duros. Las trapas bajadas durante dos o tres meses no se vuelven a subir sin más. Las empresas que estaban naciendo tendrán, como poco, que ser replanteadas y vueltas a edificar sobre bases distintas. El conjunto de actividades económicas es como un artefacto de infinitas ruedas y mecanismos que solo funcionan en conjunto, empujándose unas a otros, de forma compleja y coordinada. Si el conjunto se para, no es nada sencillo volver a poner todo en marcha. Hay que engrasar, empujar y reiniciar desde fuera, con enorme energía y todos los medios posibles. ¿Y eso, ese impulso tremendo que se va a necesitar para volver a poner a todos en marcha, desde dónde se puede dar? Pues justo desde eso que les cae tan mal: la política. Y va a depender justo de esos a los que tantos y tantos no paran de vilipendiar, desacreditar y poner en solfa todos los días: los políticos. No se engañen. El país no se volverá a poner en marcha sin ayuda o echando mano tan solo de los recursos particulares de cada cual, del ímpetu empresarial, de la energía y entrega de los trabajadores o del sacrificio de los autónomos. Todo eso sera imprescindible. Todos tendremos que arrimar el hombro en la medida de nuestras fuerzas y posibilidades, pero la clave estará en que además haya por encima un planteamiento claro, una capacidad de coordinación y un diseño inteligente de estímulos e inversión de carácter público. En definitiva, va a ser la hora de la política, de la gran política, de los políticos de verdad.

TRES. Sé que para muchos decir política y políticos es mentar lo peor. Lo entiendo a medias pero lo respeto. Es natural que exijamos y critiquemos a quienes tienen el deber de administrar lo común, lo de todos. Pero lo cierto es que política y políticos son inseparables de democracia. Esta no pueden existir sin aquellos. Por tanto carece de sentido y es peligroso el descrédito de la política a la que algunos se entregan con tanto tesón, empezando por algunos partidos de dudosa, eso sí, vocación democrática. Siempre digo lo mismo a quienes claman contra todos los políticos: sed coherentes y haceos políticos vosotros. Es la única salida democrática a esa enmienda a la totalidad; si todos son iguales, si todos son unos inútiles, unos ladrones y unos impresentables, hay que cambiarlos por otros. Porque de la política no podemos prescindir. No podemos prescindir nunca, pero menos aún cuando nos vamos a enfrentar a una crisis mundial nunca vista. La diferencia entre salir pronto y bien o hacerlo mal y demasiado tarde va a ser la calidad de nuestra política y de nuestros políticos. No da lo mismo que estén en el Gobierno (o en los gobiernos) ladrones, ignorantes o dementes, que dirigentes capaces, preparados y honrados. De hecho, es ahí donde nos la vamos a jugar en los próximos años. La economía política tiene más de política que de economía. Creo que a lo largo de la próxima década el panorama de partidos en España volverá a temblar y habrá cambios profundos, con partidos que mueren y partidos que nacen. Y espero que aparezcan nuevos políticos, que acaso sean algunos de quienes ahora no paran de juzgar severísimamente a los que tenemos. Así deber ser. La política es, por definición, una actividad abierta a cualquiera que quiera ayudar. Menos protestar y más participar.