Dedicado a la mejor abuela del mundo, Pura, de Figueruela de Abajo

Cae el sol sobre el mar dorado,/ sobre los mares que viven donde ya no se vive./ Cae la fría noche en la sierra,/ para que el lobo aúlle a su antigua tierra./ Cae la última tienda, los tejados de pizarra,/ la gente que ama, la danza y la farra./ Caen los frutos que nadie recoge,/ caen las piedras de murallas,/ cae el trabajo que a familias alimentaba,/ caen, porque han sido abandonadas.

Dicen que el diablo sabe mucho más por viejo,/ y que por eso el pueblo peca del mismo hecho./ Dicen que el pueblo muere de abandono,/ pero el pueblo no muere, lo matan a tono.

Como aquel día en el que llegó la máquina al campo/ y campesinos dejaron de cantar trabajando./ Llenos quedaron Madrid, Bilbao y Barcelona,/ de emigrantes de campos, campos que ya no cantaban.

Pero aún quedan voces viejas,/ que por eso sabias,/ que cantan las canciones de su tierra olvidada./ Las cantan en residencias,/ las cantan con bastones,/ las cantan a sus nietos para que sean recordadas./ Las cantan para enseñar,/ para despertar curiosidad,/ para que jóvenes aprendan de sus raíces e identidad./ Las cantan para recordar,/ para silbar y tararear,/ para que conozcas que tu humilde pasado/ está lleno de dignidad./ Las cantan para cantar,/ para que queramos cantar,/ para que queramos querer conocer,/ porque solo queriendo querer queremos de verdad.

Porque bien dicen los dichos,/ que querer es poder,/ que el oficio hace a uno maestro, / que en octubre la nieve cubre,/ y que en San Blas la cigüeña verás,/ y si no la vieres, es año de nieves.

Que la narrativa de una historia/ no acaba si existe narrador./ Que un patrimonio no se pierde si hay heredero./ Que una cultura no muere si se abraza y cultiva./ Que donde hay cultivo, hay espacio para la vida./ Que han querido poner fecha de caducidad,/ quemar y hacer ceniza esta historia./ Pero la tierra que arde en verano/ jamás dejó quemar su memoria.

Y así nos han llegado las viejas canciones,/ cantadas, silbadas, tarareadas y arrugadas,/ para que sigan siendo música,/ en voces orgullosas,/ en bocas que reclaman,/ en aliento de narradores/ que narran,/ y narran.

Ana Elizalde Sanabria

(Pamplona)