Esta pandemia ha dejado al descubierto muchas historias personales y colectivas. Quiero centrarme en la Residencia San Torcuato de Villaralbo, donde la actuación y el compromiso unánime de su director, Alberto Molina, y de los trabajadores del centro han conseguido hacer de este establecimiento un oasis en medio del dolor y de la muerte, un remanso de paz para todos sus habitantes. Vieron venir el virus y lo pararon más allá de la puerta de acceso. Levantaron un muro de medidas de protección e higiene entre ellos y el bicho cerrando a cal y canto el inmueble, lo que ha permitido que en los distintos controles llevados a cabo por Sanidad, su nota haya sido sobresaliente. Cero contagios. Y es que en esta residencia, además de corazón, ponen cerebro a su día a día.

La historia que escriben a diario es como poco edificante. Los trabajadores, estoy pensando en Loly, que me ha contado su experiencia que estaría dispuesta a repetir una y mil veces, permanecen confinados, sin contacto alguno con el exterior por quincenas. Estoy segura de que aman su trabajo, de que su trabajo es verdaderamente vocacional y de que las personas que están a su cargo, con las que forman una gran familia, les importan verdaderamente.

No debe ser fácil, nada fácil, dejar a la familia, esposas, maridos, padres, hijos, durante quince días e irse a vivir al lugar donde habitualmente trabajan y ahora también comen, duermen, en definitiva, viven. Y disfrutan, que es lo importante. Tiene que haber grandes dosis de responsabilidad, de sentido común y de mucho amor, ya que el amor en realidad es la palanca que mueve o debiera mover al mundo. Lo cierto es que siguen dando una lección que alaban incluso fuera de las lindes provinciales donde esta residencia zamorana del grupo Caser está muy valorada por los profesionales del sector y por la autoridad sanitaria. Los familiares de las personas que habitan esa hermosa, en todos los sentidos, residencia de mayores, pueden dormir tranquilos. Por cuidados, por prevención, que no quede. Ganarle la batalla al virus no era cosa sencilla. Apostaron por implementar medidas que, en un principio, podrían parecer drásticas, lo hicieron con cabeza, dejando también hablar al corazón, y lo lograron plenamente. Los trabajadores de 'San Torcuato' están en boca de todos y para bien, que es lo raro en Zamora. Todos hablan de su heroicidad, de la magnífica gestión llevada a cabo, de su ejemplo impagable.