Uno de los libros más influyentes de la literatura norteamericana de la primera mitad del siglo XX fue escrito por Sherwood Anderson quien lo tituló Winesburg Ohio. Fue un clásico y un referente para muchos autores como Hemingway, Faulkner, Steinbeck y Henry Miller, entre otros.

En él, el autor pasa revista a los sentimientos de los habitantes de ese pequeño pueblo que da título a la obra, en un momento revolucionario, donde la sociedad industrial empezaba a destruir las antiguas instituciones y las pautas de pensamiento de la época. Y en este libro, publicado por primera vez en 1919, se dan una serie de circunstancias que tienen mucho que ver con lo que en estos momentos estamos viviendo los seres humanos.

Todo nos parece un sueño grotesco del que vamos a tener que despertar, pero no ocurre eso, porque nos faltan dirigentes preparados y nos sobran muchos fantoches y telepredicadores, a los que lo único que se les da bien son las parrafadas vacías de contenido, olvidando que vivimos en una democracia y donde utilizan como única coartada culpar de fascistas a sus oponentes políticos, cuando ellos defienden y algunos han comido de su mano, a dictadores bolivarianos, castristas, terroristas y etarras que han acabado con la vida de las gentes y las han llevado a la desesperación por sus actuaciones y por la falta de libertad.

En la primera historia titulada El Libro de lo grotesco, un anciano escritor quedó con un viejo carpintero para que le hiciese una estructura donde colocar su cama al nivel de una ventana alta y así poder ver los árboles desde ella. Después comenzaron a charlar sobre otros temas muy diversos y a través de esa conversación, acabamos entendiendo el significado del título de esta primera historia.

Según le cuenta el escritor al recién llegado, cuando el mundo era joven, había muchas ideas, pero no se conocía el concepto de verdad. Eran los hombres los que iban construyendo las verdades y las personas empezaron a apropiarse de ellas. Entonces pasaban a llamarla "su verdad" y se esforzaban por adaptar a ella su vida, por lo que se convertían en seres grotescos y aquella verdad a la se habían abrazado se volvía una mentira.

Lo grotesco se identifica con la desestructuración de la realidad, se trata de un territorio distinto a todo lo conocido, en donde abunda la repugnancia y la perplejidad. Con él se rompe el espíritu festivo de la tierra porque descompone las estructuras de lo humano. Surge entonces un descontrol reivindicativo en todos los órdenes. Una persona grotesca es aquella que puede provocar risa o desprecio por ser desagradable, absurda o contradictoria. ¿Encuentran algún parecido con alguien?

Todos conocemos algunos de estos modelos de personas en la política actual, que defienden unas ideas que les parecen excelentes y practican las contrarias en su vida cotidiana y esa es su verdadera naturaleza, aunque a veces intenten disfrazarla de progresismo.

Siguen muchos de nuestros gobernantes viviendo en su pesebre particular, haciéndonos participes de un desastre monumental, siguiendo a su verdad, que nunca es la de todos, dando bandazos a diestro y siniestro, pensando que los demás no entendemos nada, y pretenden hacernos creer que todo lo hacen para conseguir el progreso social, escudándose siempre en esa su "verdad", que nosotros sabemos que es una descomunal mentira.

Y aunque una democracia tendría poco que ver con el engaño, el sometimiento y la sumisión que ellos nos piden, se molestan cuando no pensamos como ellos porque queremos ser demócratas e intentan cerrarnos la boca, blandiendo la idea de que todo lo hacen por el bien común, en vez de reconocer que lo hacen en primer lugar, porque no tienen ni idea de cómo gobernar y después, porque el bien común lo identifican con el lucro y el enriquecimiento personal en la mayoría de los casos y ese es, entre otros, uno más de los graves problemas con el que nos enfrentamos.

Se están produciendo una serie de cambios sustanciales que acabarán forjando un nuevo tipo de sociedad. Y la mayoría de nuestros dirigentes se han convertido en seres grotescos que se han apropiado de verdades inútiles que no nos llevan a ninguna parte en las que siguen enrocados, dividiendo a los ciudadanos, para jugar al despiste y así poder mantenerse en sus puestos, en vez de poner remedio a todos los retos que se derivarán de la situación tan compleja que vivimos, ya que, de momento la gente seguirá muriendo hasta que se encuentre una vacuna.

Los ciudadanos estamos con las manos atadas ante tal cúmulo de despropósitos y excentricidades de los gobernantes, y ellos siguen alardeando de sus veleidades y cambios de opinión continuos, de su falta de sensibilidad ante el número de muertos provocados por la pandemia y el desamparo que han padecido sus familiares, de su ignorancia, de sus continuas improvisaciones, de su falta de credibilidad, de su irresponsabilidad, de su falta de resolución de problemas, de su descontrol y falta de rigor, de sus engaños y de su egoísmo en la toma de decisiones que han llevado a una gestión pésima del problema que nos ocupa. No podemos aceptar tanto despojamiento, tantas pérdidas, tanto acortamiento de nuestras libertades para que, además de no resolver nada, hagan lo que no les estaría permitido en una democracia que se precie como tal.

Se saltan todas las reglas y nos quieren convencer de su buen hacer, con ideas peregrinas que llevan a un callejón sin salida, sin citar el despilfarro de millones de euros que han hecho, pidiendo material caducado fuera, y no queriendo contar con las fábricas y los trabajadores españoles que se ofrecieron para ello.

Mientras tanto, los palmeros de cada bando continúan riendo las gracias a sus superiores y se ofuscan con el resto de las gentes que no secundan sus ideas, por grotescas y carentes de sentido.

Y es que así no podemos seguir. Si no nos unimos todos, y todos son los cuarenta y siete millones de españoles, para remar en la misma dirección, es imposible alcanzar el éxito en esta terrorífica situación a la que nos hemos visto abocados.

Nos movemos los ciudadanos y los políticos en territorios distintos, y si quienes nos dirigen se creen cualificados para resolver problemas, pero no lo están, ya va siendo hora, que tengan la decencia de llamar, no a seres grotescos, sino a verdaderos artífices de milagros en lo que, a la economía, la logística, la sanidad y la cultura se refiere, que afortunadamente abundan en este gran país llamado España, (y no "Patria o muerte" como solía defender el soporífero dictador Fidel Castro en sus discursos y ahora sus secuaces los defienden y alaban, no sólo a ellos, sino también a las dictaduras comunistas que presiden sin pudor). Ya va siendo hora de que todos ellos se enjuaguen la boca.

Es preciso que el Gobierno se deje de una vez de tanta ideología de pasarela, y no nos amargue con tanto maquillaje publicitario en los medios de comunicación y potencie lo recogido en nuestra Constitución, una sana convivencia entre todos nosotros, porque sólo queremos vivir en paz y en democracia , que haya trabajo, que seamos gobernados todos por igual, y sobre todo que se aplique con más efectividad para resolver de verdad los problemas, que para eso pagamos nuestros impuestos, y eso es lo único que les puede dar a los dirigentes legitimidad ante nuestros ojos. Ese es el aire que queremos respirar para que todos siempre podamos ver con claridad y sin tantos engaños o falsas promesas, los árboles desde nuestras ventanas.