Ahora que truena nos acordamos de Santa Bárbara. Ahora, en medio del absoluto caos, hemos visto que las residencias, algunas, han sido carne de cañón en esta pandemia. Ahora es cuando hemos sentido las grandes carencias que sufren muchas de ellas.

Además los responsables de la Administración se han empeñado en llevar a cabo un modelo basado en la organización de los países nórdicos que nada tiene que ver con la realidad de nuestro país y menos aún con la de nuestra comunidad. Un modelo que tiende a hacer desaparecer los recursos sanitarios en los centros residenciales es un modelo que no cumple su función, es un modelo que hará sentir mucho más las necesidades reales de la población, sobre todo de la población mayor. Y también es un modelo que sobrecargará al resto de recursos sanitarios, tanto a la Atención Primaria como a la Hospitalaria.

Las personas, al menos las que yo conozco, no se van a una residencia para disfrutar de la compañía de otras personas a quienes no conocen, ni para que un trabajador les ayude a organizar su día a día. Las personas se van a las residencias cuando, sobre todo por motivos de salud, no pueden continuar en sus casas. Esta es la realidad.

El verdadero problema es que se ha separado lo social de lo sanitario. Hemos abandonado el modelo de atención, ideal desde mi punto de vista, basado en las necesidades globales de la persona y se nos ha propuesto un modelo basado en el ideal que los gestores tienen para las personas. La experiencia es que todo lo que se hace desde los despachos y a golpe de decreto solo hace que entorpecer y enrarecer el verdadero sentido de las cosas. Tal vez obedezca a otros oscuros intereses que ahora no voy a considerar.

El perfil del usuario de una residencia es el de una persona mayor, viuda por lo general, o bien un matrimonio en el cual uno de los dos cónyuges está seriamente afectado por uno o varios problemas de salud y el otro cónyuge no puede proporcionar la atención adecuada porque también tiene problemas de salud o porque es muy mayor. La mayoría son personas con varias patologías crónicas que se descompensan con relativa frecuencia, lo que obliga a una demanda continua de atención sanitaria. Así, muchas residencias han apostado por implementar equipos de profesionales sanitarios, ocupando el lugar donde deberían existir centros de media o larga estancia (unidades de media estancia, hospitales de crónicos) cumpliendo un papel primordial a la hora de tratar situaciones que no pueden ser atendidas en domicilio y tampoco son tributarias de utilizar una cama de un hospital de agudos.

Pero además hay cada vez pacientes más jóvenes ocupando plazas en residencias, ya que no existe otro tipo de respuesta para ellos. Pacientes que han sufrido un ictus y están en fase de convalecencia, pacientes con enfermedades neurodegenerativas, pacientes que han sufrido un accidente de tráfico o también pacientes con cáncer en fase de fin de vida. Todos estos pacientes (y los llamo pacientes porque las necesidades mayores son porcentualmente las de servicios sanitarios), que como digo, son cada vez más utilizadores de recursos residenciales, precisan de una atención sanitaria de calidad y esta se la debe proporcionar el centro donde se ubiquen. Para ello los centros deben contar con profesionales bien formados, capaces y humanos.

Las residencias deben dejar de ser el "patito feo". Deben estar presentes en los planes de salud de la Comunidad como un recurso bien definido y con una cartera específica de servicios. En este sentido, la administración debe, en función de las características y servicio de las residencias, establecer un baremo económico, en el caso de las entidades privadas, pagando realmente los servicios y no como hasta ahora, siempre escatimando y siempre retrasando los pagos. Es el eterno problema de "café para todos". El que quiera sumarse a una atención sociosanitaria de excelencia debe ser retribuido como tal. El que quiera basar sus servicios en el aspecto social deberá proporcionar unos servicios dirigidos a tal fin y en base a ello establecer sus condiciones económicas.

La administración debe replantearse el modelo de atención ya que es en las residencias donde hay una mayor prevalencia de patologías crónicas evolutivas, donde se acumulan serios problemas de salud con descompensaciones frecuentes debido a la gran fragilidad de los usuarios y donde, por lo general, las personas van a fallecer con alta demanda de cuidados intensivos de dignidad, profesionalidad y humanidad.

Francisco Luis Centeno Pascual

(Médico)