¡No! ¡Qué más quisiéramos! En la mayoría de los pueblos de Zamora no han abierto los bares. Y esa frase y otras similares -dichas con estilo castizo zamorano entre ruidos de conversaciones y risas de amigos- todavía tiene que esperar no se sabe cuántos días a oírse al cincuenta por ciento en las terrazas reducidas a la mitad, y entre grupos de menos de diez personas, separadas metro y medio, y quizás con mascarillas.

De momento y en lugar de los camareros, son el Sr. Illa y el Sr. Simón -no, el del vino tampoco, que no pensáis más que en lo mismo- los que nos dicen en una letanía sin alegría cuántos que sí y cuántos que no pasan a la primera fase de desescalada del virus: 6 que sí, 11 que no, refiriéndose a las Comunidades Autónomas; 30 que sí, 22 que no, en el caso de las provincias; 26 que sí, 222 que no, en las Áreas de Salud de Castilla y León; 7 que sí, 15 que no, en las de Zamora; y 156 que sí, 364 que no, entre los 520 pueblos de Zamora.

Hay que dar la enhorabuena a los cerca de 18.000 zamoranos y zamoranas que con las debidas precauciones y distancias pueden reunirse en pequeños grupos de menos de diez personas sin abrazarse, ver a la familia y a los nietos sin besos, abrir las tiendas para poder comprarse ropa o unas sandalias porque ha venido el calor, tomarse un café en el bar, y algún pequeño vicio y pequeña libertad más -nunca son pequeñas las libertades- que la pandemia sanitaria nos prohibió.

Si no fuera porque en la zona rural las amistades emigraron y ya no llegan ni a diez de la misma quinta que sigan viviendo en el pueblo; los abuelos tienen a los hijos trabajando en las zonas de fase cero como Madrid o Barcelona; y algunos nietos viven en el extranjero y no han podido volver. Si no fuera que en el pueblo no hay ni una tienda, y para saber si se puede uno desplazar a las más próximas hay que saber latín y no hay cura tampoco (además, que ya llevan años yendo al IKEA o al Carrefour que hay de todo).

"Algunos ni bar ni teleclub tenemos para el café, y si lo hay andan pensándose si les compensa abrir cuando no han llegado los forasteros. Y salir, ya nos dejaban a cualquier hora, porque para cuatro gatos que quedamos nos autorizaron hace unos días pasear por las calles y los campos desiertos. Y las precauciones, nos las imponen como a los de las ciudades: mirad si no la multa que le pusieron a las tres mujeres de las tres únicas casas abiertas en el pueblo que fueron juntas a llamar por teléfono fuera del casco, donde hay cobertura. Que para tener servicios, somos pocos, pero para cumplir como el que más, somos iguales."

Y tienen bastante razón. Porque en la Zamora vaciada que ahora empieza la desescalada, las normas del confinamiento empezaron hace muchos años con otras pandemias que han permanecido invisibles como si fueran una situación inevitable y sin culpables: una pandemia política que tomó decisiones para vaciar nuestra tierra, a la que siguió una pandemia económica que nos obligó a abandonar el pueblo para vivir; y una pandemia social, que estableció una distancia abismal entre pueblo y ciudad, dejando a los pueblos vacíos de gente y de servicios.

No es de extrañar que algunos pueblos prefieran quedarse en la fase cero. Porque no le ven ventajas a pasar a la fase 1 con sus reuniones, familia, tiendas y bares donde no hay ni personas, ni hijos y nietas, ni tiendas ni bares. Y aunque es triste, se entiende que algunos pueblos tengan miedo por lo que "pueden traernos de fuera" si pasamos a la fase 1, con el virus ese que hay en Madrid y Barcelona, y también en Zamora capital, Benavente y Toro, por lo que se ve.

Por otro lado, entre "los que no", es difícil entender que se considere que la situación sanitaria empeora cuando hay menos hospitalizados, menos enfermos en UCI y menos muertes, y lo único que aumenta es el número de infectados que se detectan desde que se hacen los test que al principio no se hacían, reconocido esto por las autoridades sanitarias.

La falta de población que parecía ser una ventaja de la España vaciada y la Zamora más vaciada aún ante el virus, y que parecía superar a la desventaja del alto nivel de envejecimiento, se ha venido abajo cuando todas las Comunidades de la España vaciada menos la nuestra han pasado a la fase 1, y sólo quedan en el cero la nuestra -Castilla y León sin diferencias- y aquellas muy pobladas donde emigraron los zamoranos a trabajar.

Al final los zamoranos nos hemos quedado en la fase cero: unos, los más mayores, en la mayor parte de la provincia donde vivimos; y otros, los más jóvenes, en las Comunidades donde emigraron para trabajar.

Ante esto, no nos queda otra que valorar la prudencia de los responsables políticos de nuestra Comunidad; confiar en la fortaleza probada de nuestras gentes. Y apelar a la templanza hasta que llegue el día en que "cinco que sí, cinco que no" sea una cantinela que suene a música terrenal: diez pinchos para reuniones de diez amigos, para celebrar los cumpleaños y cumplemeses pendientes, las tiendas de mi ciudad que vuelven a abrir y los "bares qué lugares dispuestos para conversar" (O una Kantinela con niña nueva, enhorabuena y bienvenida).

Enhorabuena también a todos los zamoranos en cualquier fase: a unos porque la pandemia sanitaria es menor en vuestro pueblo y a todos porque habéis cumplido las normas como el que más.

Volveremos a encontrarnos en las casas, en los bares, en las calles, en la vida.