Es comprensible que mucha gente no entienda lo que pasa, y, agobiada por la situación, se limite a protestar. Ni es sencillo para nadie hacerse cargo de algo tan nuevo y terrible ni esto proporciona serenidad. Cosa bien distinta ocurre con los líderes políticos, en especial de los principales partidos, cuya función no puede limitarse a hacerse eco de las protestas sin proponer alternativas factibles. Se está llevando a cabo, con aciertos y errores, una operación dificilísima y de enorme riesgo para el cuerpo social. Hoy por hoy el país es todavía un quirófano y esto comporta especiales obligaciones incluso morales: para quien tenga alternativas, la de proponerlas con claridad, y no ponerse a dar voces a la entrada amenazando con cortar el suministro eléctrico. Y para quien opera, la de compartir información y examinar las propuestas, pues tener el poder no hace a nadie más listo.