UNO. Uno se sienta cada semana a escribir este articulo con una sola idea clara en la cabeza: que no sea pesimista, que aporte algo de luz, algo de ánimo, porque bastante tenemos con el encierro interminable como para dar más la murga a los zamoranos en plan aguafiestas. Pero no es fácil. Ni es el momento ni me saldrían artículos festivos o irónicos o humorísticos. Y lo de tratar de ver angulos positivos en un momento tan tremendo es, sin duda, exceso de voluntarismo. Con todo, observo que sí me animo o me salen visiones positivas si pienso en los zamoranos en general, como suma de personas, de gentes, de voluntades. Somos, al fin y al cabo, supervivientes natos. Venimos de situaciones, tiempos y circunstancias peores. Cualquier tiempo pasado fue peor, colectivamente hablando. Y nuestra historia nunca ha estado faltas de desgracias, desastres, enfermedades e incluso pandemias. A todo lo cual hemos sobrevivido, saliendo adelante con furia, con energía, sobrellevando dolores y ausencias. Por tanto, fijo que también de ésta saldrá una Zamora (y una España) que volverá a levantar la cabeza y si hace falta (que hará) sabrá reinventarse. No creo que de eso tenga duda nadie. Las dudas son sobre el precio, sobre lo que nos costará reinventarnos, reanudar el paso y la vida; sobre cuántos de nosotros dejaremos, ay, por el camino.

DOS. Si en vez de pensar en los zamoranos, pienso en las distintas administraciones políticas, en quienes las encabezan y deberían, por lógica, ser quienes nos tracen los objetivos o marquen el rumbo; entonces sí que me desanimo y me resulta imposible escribir del modo que quiero: no siendo aguafiestas, sino con una sonrisa que abrace y un tono que inspir confianza en los próximos tiempos. Y no, no es porque deteste la política o crea en esa simpleza de que todos los políticos son iguales y van a lo suyo. Es porque mirar hacia arriba es constatar la enforme confusión que existe y lo poco funcional que parece todo ese cúmulo de administraciones superpuestas unas a otras.

El deporte nacional estos días es disparar al Gobierno central. Y no negaré que motivos hay, puesto que sus integrantes trabajan a destajo, sobre algo sobrevenido y que desconocen, por lo que les toca improvisar y por tanto equivocarse con demasiada frecuencia. Poco se habla, en cambio, de quienes no parece que hagan mucho, pese a ser quienes de verdad tienen todas las competencias sanitarias: las autoridades autonómicas. En Castilla y León no tenemos mucha suerte. Nos ha gobernado casi siempre, más de tres décadas ya, el partido de los recortes a lo público y de la gestión opaca, endogámica y no parece que muy competente. Compadezco estos días, por cierto, a la parte de Ciudadanos en la Junta de Castilla y León: asumieron Sanidad y les está tocando lidiar con las terribles consecuencias de décadas de recortes y jibarización de las plantillas y servicios. Ojalá aprendan algo, porque su fe en la economía neoliberal no es menor que la del partido al que han permitido seguir gobernando.

TRES. No aciertan a inspirar demasiada confianza, no, quienes nos gobiernan o desgobiernan, y repito que no pienso solo ni principalmente en el Gobierno central. Pero hay que tenerla, no queda otra. Hay que mantener la calma, seguir las instrucciones sanitarias que emanan de arriba y aguantar el tipo hasta que amaine el contagio del virus. Mientras tanto, pensemos en el que apuntaba al principio: saldremos adelante como siempre, pero saldremos diferentes como nunca. El siglo XXI ya se empieza a ver con nitidez y se va a parecer bien poco al XX, al menos a su segunda mitad que es la que uno conoce por vivida. Van a cambiar las ciudades, habrán de reinventarse los pueblos y nos toca buscar nuevas formas de organizarnos económica y socialmente. Ojalá en el barullo del cambio, que será tan acelerado como traumático, no perdamos lo mejor que tenemos: las familias extensas, casi tribales; la socialización festiva en bares, restaurantes y salas de ocio; la extroversión; el disfrute de calles, paisajes y parajes; la risa y capacidad de burla de nosotros mismos; los intercambios cercanos, de proximidad, más humanos? Que de ésta salimos y además no tardando, es algo seguro. La cuestión, la clave, el desafío es ver cómo salimos: ¿mejor o peor? Sé que al principio todo nos parecerá infinitamente peor, porque veremos solo las pérdidas, los que cayeron, las trapas cerradas, la depresión general. Pero cuando todo se calme, se disipe el polvo de los derrumbes y la vida se vaya reconstruyendo, veremos si hemos podido ganar la partida. Yo confío en que sí. En que sepamos edificar sobre nuevas bases la Zamora y España que ha de venir, aunque solo sea porque no nos quede otra. Ánimo a todos. Cada vez queda menos para volver a pisar las calles y ponernos manos a la obra.