Antes de empezar a leer, les ruego miren un poco el cuadro. El paisaje retratado en el lienzo pertenece a la sierra del Guadarrama en Madrid. Un rincón vegetal cualquiera; al fondo se divisa el Escorial, una obra grandiosa en su tiempo que conserva el mismo calificativo hasta el día de hoy, pero en medio del paisaje de la sierra madrileña es poco más que un montón de piedras colocadas adrede frente al relieve y vegetación natural en que está enclavado, infinitamente más grande, aunque expontaneamente plantado y diseñado. La obra humana, vista de cerca, puede parecer imponente pero no deja de ser un detalle menor en medio de la inmensidad natural y espacial. Eso parece querer expresar el pintor, Antonio Graner, que se ha colocado distante del edificio representativo de un imperio, en su día extensísimo y hoy reducido a los límites que conocemos.

La debilidad y caída de los imperios es materia de historia comparada. Hoy nos toca ver por tierra el imperio mundial de la soberbia. Aquello de las plagas bíblicas parecía de película o de historia antigua pero he aquí que la epidemia le está dando un tirón de orejas a la vida alegremente construida, ingenuamente confiada.

El rey que mandó construir el monasterio del Escorial, Felipe II, a buen seguro se estaba desengañando de tanto poder y territorio. De hecho quedó seriamente advertido con frecuentes fracasos y disgustos. Algo debía barruntar cuanto se recluyó en el Escorial, en dependencias poco más que conventuales. El Escorial construido con grandeza, le vemos en el cuadro reducido a unos brochazos de pintura como resultado de la perspectiva desde un punto lejano. En aquel edificio el rey viene a ser una sombra apesadumbrada caminando por los claustros.

Si buscamos paralelismos con la pintura en estos tiempos,en que nos está vedado el campo, diremos que la pandemia nos está alejando del primer plano de nuestras pequeñas-grandes preocupaciones que creíamos importantes. Por contra nos acerca al primer plano latidos de la vida en su expresión básica: la salud. Tendremos que tomar nota personal y socialmente hablando, de lo que es prioritario y secundario, esencial o accesorio. Y pensar en serio, ahora que tenemos tanto tiempo para pensar, -El sueño de la razón produce monstruos (Goya). Y ponerle nombre a los que nuestro sueño ha ido creando: hambre, injusticia, contaminación, desempleo, violencia, ambición desmedida, orgullo, egoísmo, indiferencia... O sea " Un jardín de las delicias" como el que pintó El Bosco y compró Felipe II, joya del Museo del Prado, donde los excesos están pintados en clave de sátira y humor surrealista, con los personajes, pintados al desnudo, viviendo y padeciendo el exceso de su juerga.

Veo ahora nuestro mundo desnudo de protección pero vestido de lo mejor de sí mismo con personas dando lo mejor de sí, con héroes y villanos que quieren medrar entre muertos y vivos, con psicópatas en las redes, y seres humanos dando ejemplo heroico de humanidad.

Toca pensar y repensar el concepto de progreso, de mundo sostenible, de la vida que queremos pintar desde la mejor perspectiva.

El campo, el bosque nos espera. Los árboles, quietos como ahora nosotros y enraizados en su espacio, pueden darnos alguna lección de humildad y de paciencia.