Hay que empezar a dar pábulo a otras noticias que nada tienen que ver con la crisis sanitaria que padecemos. Suena un poco fuerte, dicho de sopetón, pero es así. Como no pongamos los cinco sentidos también en otras cuestiones vamos a acabar mal. España, no sé hasta qué punto el Gobierno de esta hermosa y gran nación, está preocupada también por otras cuestiones como por ejemplo la delimitación de las aguas territoriales españolas. Hay que permanecer alerta porque Marruecos está a la que salta, y en estos tiempos en los que el COVID-19 nos ha hecho más vulnerables en tantos sentidos, el reino alauita ha iniciado su particular ofensiva.

Marruecos no tuvo opción alguna con el islote de Perejil, de clara titularidad española y ahora le ha dado por continuar su expansión por mar. Lo único cierto hasta el momento es que las dos leyes relativas a la delimitación de las aguas territoriales y la zona económica exclusiva han sido ya publicadas en el Boletín Oficial marroquí tras haber cumplido todos los trámites parlamentarios. Las dos normativas no tendrían la menor importancia si no fuera por lo que conllevan y que no es otra cosa que los eventuales solapamientos con el espacio marítimo español que suponen. Ese solapamiento afecta principalmente al archipiélago canario. Y aunque las Canarias han estado siempre en el punto de mira de Marruecos, todas y cada una de sus islas son requetespañolas.

La expansión de Marruecos pone en peligro la soberanía española sobre sus aguas. Como este Gobierno narcotizado por las circunstancias no espabile y se ponga manos a la obra puede que tengamos un problema no tardando mucho. Y ya sabemos cómo se las gasta Marruecos. Nos suelta tropecientas pateras con rumbo a las costas españolas o nos monta una algarada frente a la ciudad autónoma de Ceuta e inician la codiciada invasión por tierra. Sabido es que el rey alauita quiere anexionarse no tanto Ceuta y Melilla como las Canarias. Ahora, debido a la crisis sanitaria, no es momento de reuniones salvo por teleconferencia, pero el Gobierno de España está en la obligación de mantener conversaciones y dejar las cosas claras. Como España siga cediendo, sus aguas territoriales serán las playas, ni una milla más allá, sobre todo en lo que a Canarias respecta. Y ya sabemos a qué puede conducir eso.

Es verdad que Marruecos ha insistido desde el comienzo de este proceso legislativo que no pretende imponer a España "hechos consumados", añadiendo a renglón seguido que la demarcación de la frontera marítima se hará de mutuo acuerdo con nuestro país, conforme a la legislación internacional en vigor. Sólo que cualquiera se lo cree conociendo las ansias conquistadoras del país africano y a sabiendas de que con las normativas vigentes, Marruecos establece sus aguas territoriales en doce millas, delimita su zona económica exclusiva en 200 millas y ya puesto, amplía su plataforma continental hasta 350 millas. Un poco más y se mete en aguas jurisdiccionales españolas, las está literalmente tocando.

La normativa que ha adoptado le ha servido para extender su tutela jurídica sobre el espacio marítimo que incluye el Sahara Occidental hasta la ciudad de Lagüera y en el noroeste hasta Saidia, fronteriza con Argelia, si es que no le ha comido algo de su mar. España no se puede dormir en los laureles o en la preocupación que actualmente compartimos todos, dejando de vigilar lo que no debe perder de vista bajo ningún concepto. Los enemigos a veces son también los aparentemente amigos o amigos circunstanciales. La situación de vulnerabilidad de España puede estar siendo aprovechada para hacernos la puñeta, esta vez por mar.