En el editorial que publicó este periódico el día 12 del actual se daban unos datos estremecedores de personas mayores fallecidas por el coronavirus en las residencias de la Comunidad, se expresaba la indignación, con motivos más que sobrados, del error en el sistema. Los españoles empezamos a tomar conciencia de la existencia de graves errores durante los años del segundo Gobierno del Presidente José Luis Rodríguez Zapatero, 2008-2011.

Aunque nadie desde entonces ha exigido otro régimen político, distinto a la democracia. Entonces se empezó a hablar de ilegitimidad de la política, ahora que gobierna otra vez el PSOE hay un partido político que vuelve a decir lo mismo. Aquello era un error como lo es ahora porque los representantes de las instituciones eran tan legítimos entonces como lo son ahora. Lo que verdaderamente ha ocurrido es un desgaste en la credibilidad de unos y otras. Este error no es determinante, desde el punto legal, para la convivencia de la vida cotidiana pero es muy grave observar cómo se ha perdido el respeto a quienes nos representan, incluidos los mismos parlamentarios que lanzan acusaciones sin fundamento al adversario político.

El pluralismo es una cualidad del sistema democrático pero no creo que el lenguaje finalista de los actores políticos sea necesario para defender las propuestas del partido que representan. Quienes piensan que denigrando al adversario político se ensalzan así mismos deberían ser conscientes de que pueden expresar sus opiniones gracias al sistema democrático bajo el que se cobijan y que nos queda más remedio que escucharlos.

Llevo algún tiempo leyendo artículos de prensa que tratan temas relacionados con las propuestas que hacen los partidos políticos occidentales para solucionar los problemas que afectan a los ancianos, fundamentalmente a los que deciden acabar sus días en su casa en un núcleo de población de la CyL vaciada. Sobresalen dos impresiones: primero, no son los políticos sino los nuevos científicos, ingenieros y economistas los que dirigen la política de la Comunidad. Si quieren hagan extensiva la reflexión a los dirigentes mundiales.

Segundo, las soluciones y explicaciones ideológicas de los problemas relacionados con este colectivo en la actualidad se nos ha presentado ahora a borbotones. Nada hay tan de actualidad como las incautaciones de las residencias de ancianos por incompetencia de los administradores. Hacer negocio sucio con la falta de asistencia debida a este colectivo tiene un calificativo poco honorable.

En todo lo que leo los políticos se esfuerzan como pueden por encuadrar las soluciones creadas por los ingenieros y economistas liberales en materia de agricultura e industria. Éstos sólo se ocupan de transformar la capacidad del hombre para dar la vida, para sostenerla y prolongarla y también para arrebatarla, y los políticos no encuentran forma de encarar en términos ideológicos las nuevas complejidades y ambigüedades.

Los dirigentes de esta Comunidad son acusados constantemente de adular a los banqueros y de que consideran que no deben ser imputados por eso de incumplir sus promesas electorales. Da la impresión que todo lo solucionan reavivando diariamente la ideología nacionalista, nadie tiene en cuenta el pensamiento de Claudio Sánchez Albornoz que decía: "Castilla hizo a España y España deshizo a Castilla". Yo me permito añadir por mi cuenta que es inútil buscar soluciones artificiosas porque sus complicaciones son incompatibles con la naturaleza humana.

En estos tiempos vemos que cuando la naturaleza humana asoma su rostro encantador exigiendo mejores incentivos salariales básicos para los trabajadores de la Sanidad, la derecha española se vuelve irascible, mientras desafía a la sociedad obstruyendo comisiones de investigación por los recortes y otros hechos que tienen la apariencia de no ser completamente legales.

Seguramente que se puede ahorrar en muchas cosas, pero no en la remuneración de la gente que cuida la salud en general. Ahora a nadie se le ocurre buscar el remedio en los deportistas de elite o en otros colectivos de famosos.

Así es que es difícil creer que quien no defiende a la clase trabajadora más baja y numerosa de la sociedad, vaya a defender con mucho entusiasmo solucionar los problemas de la vejez. Está bien glorificar a la Nación, pero de paso se podía hacer algo porque los ancianos vivieran su vejez en su casa, que es su gloria. Según un estudio publicado el pasado verano reveló, que el copago farmacéutico de un euro por receta impuesto por el Partido Popular en 2012 para recortar el gasto público en Sanidad, "disparó las renuncias a tratamientos médicos de muchos enfermos y que fueron las rentas más bajas, pensionistas y algunos enfermos crónicos quienes más incurrieron en esa práctica". Una doctora en medicina de familia jubilada explicaba en una entrevista que muchos pacientes le pedían medicamentos de muestra porque no podían adquirir el que le había prescrito y cómo los médicos habían recurrido al "ingenio para sortear la situación". Se aprendieron el precio de los fármacos cuyo coste era inferior a "1´67 euros", por debajo de ese precio no tenían que pagar el euro por receta e intentaban dispensar medicamentos adaptados a lo que el enfermo podía pagar.

La doctora Cesca, que hace estas declaraciones, dice que se creó un estado de conciencia colectiva entre médicos, servicios sociales y muchas entidades para ayudar a los casos más críticos. A esta doctora y todos ellos les envío mi más profundo agradecimiento aunque yo no he tenido que pasar por esa situación.

Recientemente se ha descubierto que los cuidados a las personas dependientes es una característica del ser humano desde la más remota antigüedad y que nunca como ahora ha habido tantos medios económicos para combatirla. Sin duda que su solución presenta problemas específicos graves y complejos, empezando por la elaboración de planes utópicos, quizá no esté del todo mal. Ya se encargarán los teóricos economistas de hacer recortes. Por ahora los veo más interesados en solucionar los problemas de la robotización de la industria que en el de la solución de las necesidades de los más desprotegidos.