El viernes hubiera sido su cumpleaños. Pepe Folgado contaba con infinito agradecimiento cómo, al igual que ocurrió con tantos en los míseros pueblos de la España rural, un día el maestro y el cura de su pueblo fueron a su casa para decirle a sus padres: "Este niño debe estudiar, tiene la capacidad para seguir adelante más allá de la educación que en este pueblo puede recibir". De dar posibilidades a los hijos de quienes carecían de medios suficientes se encargaban por aquel entonces los seminarios de la Iglesia y las becas del Estado.

Creyente siempre, nunca olvidó la oportunidad brindada y siempre procuró devolver a la sociedad el bien recibido con el esfuerzo y la voluntad en forma de trabajo, y dedicación. Quizá por eso su puerta siempre estaba abierta y su teléfono accesible. Así fue cuando desde el Ayuntamiento de Zamora, gracias a la conexión de la gran alcaldesa de Morales del Rey, Ana Riesco, el alcalde Antonio Vázquez contactó con él, demostrando una vez más que a Zamora no se la defiende encerrado en un despacho sino moviéndose, porque hasta lo que se quiere regalado suele requerir importantes esfuerzos.

A Folgado y por él a unos cuantos altos cargos de la Administración debe Zamora en una medida importante haber sido junto a Cartagena, la capital de España que más fondos europeos gestionó per cápita en un determinado momento. Y le debemos proyectos concretos y determinantes en la transformación urbana que han hecho su trama actual rescatando toda la fuerza de su historia y patrimonio.

Pero siempre se alejaba del protagonismo y atribuía el mérito en exclusiva de conseguir fondos para los proyectos del Casco Histórico, de los Barrios Bajos y La Horta, del barrio de La Lana, de la recuperación e integración paisajística y natural de las márgenes del Duero, de Santa Clara o San Torcuato, de la ampliación de la Ciudad Deportiva, de los múltiples proyectos de integración social y de empleo para personas en riesgo de exclusión, para mujeres y jóvenes o de la construcción de los aparcamientos subterráneos de Constitución y San Martín, a que eran proyectos bien elaborados, técnicamente impecables y que habían sabido encajar las necesidades de la ciudad en la filosofía que la Unión Europea buscaba en sus programas de desarrollo y cohesión regional.

Pero también en política, obras son amores y no buenas razones y sin la orientación y el cariño de Pepe hacia una ciudad a la que prácticamente no conocía con antelación, poco de aquello hubiera sido posible. Cierro con algo más anecdótico pero descriptivo de su forma de ser. Cuando el hombre que prefirió ser Secretario de Estado a Ministro fue designado candidato a diputado por Zamora, tras elegirme para dirigir su campaña en la provincia junto a una de sus personas de confianza en Madrid, Ana Cuevas, y le pregunté cuál era su idea inicial, su respuesta inmediata fue "quiero conocer cada rincón de la provincia, a cada alcalde y cada necesidad", ésa es mi prioridad. Y una vez más cumplió, porque José Folgado siempre cumplía. Algún día Zamora corresponderá y dedicará una calle, una plaza o un rincón a su memoria. Desde aquí, y desde hoy lo dejo propuesto. Gracias, don José.

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