Además de "Quédate en casa" "Venceremos al virus" y otras similares, estos días abunda una muy nuestra, muy española y mucho española, que diría Rajoy. Se trata de "Ya te lo decía yo", que si se pronuncia con cierta chulería contundente y un acento castizo, cierra cualquier atisbo de discusión. Quien la lanza en público y en alto, especialmente si apunta con el dedo índice, siempre tiene razón. Él ya había visto venir cualquier contingencia y, además, sabe cómo atajarla. Da igual que se hable de fútbol, de economía, de construcción, de coches o, como en este caso, de una pandemia que tiene acobardado al mundo. Él ya lo sabía. Nada de intuirlo o sospecharlo. Nada de eso. Está seguro de ello, sin matices, sin posibilidad alguna de equivocación. Diagnostica y punto. Es la componente profeta. Y no está, como en la Biblia, inspirado por Jehová, sino que es su propia experiencia y sus inconmensurables conocimientos los que le otorgan esa virtud indiscutible.

Y de profeta pasamos a redentor en pocos segundos. El "Ya te lo decía yo" de marras conoce al dedillo las posibles soluciones. Y las expone sin rubor. Y de manera categórica. Tampoco aquí cabe discrepar o ponerle pegas. Él conoce las salidas, y las suelta sin darse demasiada importancia, con falsa modestia, como si no necesitara alardear de su vastísima sabiduría. A los dos días, si sus remedios no han surtido efecto, puede cambiar de opinión tan ricamente. Y no se altera. Ni se acuerda de lo que había defendido antes. También en este apartado conviene poner un tono cañí y no dudar. El profeta-redentor listo no titubea ni concede resquicios en su argumentación. Afirma y reafirma.

Ahora pongamos a estos personajes en la dura coyuntura creada por el COVID-19. El profeta-redentor se ha convertido en premio Nobel de Medicina. No importa que quizás no supiera hasta hace un par de semanas lo que era un virus y su posible incidencia mortal. Él lo había previsto. Él ofrece los caminos para curar el mal. Y él, ahora, da lecciones a los propios sanitarios que luchan contra el coronavirus y a los expertos que buscan una vacuna. Si llega a enterarse la Academia sueca, obtendrá el Nobel sin problemas. Claro que tiene muchos rivales: los millones de españoles que dicen y actúan como él.

El profeta-redentor-premio Nobel de Medicina suele ser muy crítico con el Gobierno de turno. En realidad, con casi todos los gobiernos, sobre todo si no son de su cuerda. Pero, en este caso, acostumbra a lanzar sus mejores dardos contra el Ejecutivo central. Tiene la culpa de todo: de permitir la manifestación del 8-M, de improvisar, de no haber decretado antes la alarma, de tener al país sin mascarillas, trajes protectores y respiradores, de dejarse engañar por una empresa china, de la paralización de un avión por los turcos, de repartir mal el material que llega, del agravio comparativo entre comunidades autónomas, de no escuchar a Torra, de escucharlo mucho, de no consultar decisiones urgentes, de retrasar las medidas precisamente por dialogar y tratar de conciliar las posturas de unos y otros, de, de, de....Si se le aprieta un poco, dirá que Pedro Sánchez también es el responsable de aquel mitin multitudinario de Vox, celebrado a pocas horas del 8-M con presencia de Javier Ortega Smith, que se hartó de besar y saludar pese a haber estado hacía poco tiempo en Milán, por entonces la ciudad europea más atacada por el COVID-19. Pedro Sánchez, dimisión. Y cómo no achacarle al presidente del Gobierno la responsabilidad de que más de 2.500 hinchas del Valencia viajaran a Milán para presenciar el Atalanta-Valencia, una "bomba" de infecciones, según han declarado varios expertos. El choque de vuelta se jugó en Mestalla a puerta cerrada, pero las peñas valencianistas convocaron una concentración a las puertas del estadio para apoyar a sus jugadores. El club les respaldó, al igual que había hecho el Valencia de baloncesto que también tuvo que jugar sin público. Pedro Sánchez, dimisión.

Aquel fin de semana del 8-M no solo hubo miles de personas en la marcha feminista y en el mitin de Vox, sino que millones de madrileños salieron a la calle, llenaron, despreocupados y felices, bares y restaurantes, se fueron a la sierra, al pueblo o a la playa y volvieron. Nadie, ni siquiera los muchísimos profetas-redentores, protestó.

No hay duda de que el Gobierno ha cometido errores. Y probablemente lo siga haciendo. Pero de eso a aprovechar la situación para tratar de erosionarlo y derribarlo media un abismo. ¿Todos menos el Gobierno vimos lo que se nos venía encima?, ¿todos somos profetas-redentores, eso sí a toro pasado? Y ahí lo dejo.