Mucho antes del encierro forzoso, cuando paseaba por una calle próxima a la mía, me detuve a retratar las ventanas que aquí figuran, cual ojos pintados del artículo. Me llamó la atención el colorido atrevido de los cristales y la ingenua naturalidad de los dibujos. Alguien, desde dentro, proyectaba su luz artística interior por el camino inverso de la luz solar que entra en nuestras casas.

Cristales en parte ciegos por arte y gusto de quien habita dentro. Mensajes encriptados, viñetas espontáneas para que el paseante, la vecina, el transeúnte, pase de largo o se detenga a dejarse mirar por quien no mira, sino dibuja para ocultar su mirada. En estos días de encierro y mascarilla, la casa retratada se convierte en vitral sanitario, poema visual y alegre contra el silencio y la preocupación grisácea del asfalto infectado, del aire enrarecido que sin embargo tiene el mismo color de siempre recibiendo la luz espectral.

Hay aquí mensajes anticipados, (vidente lúcida), como ese arco iris esperanzador o el par de corazones flotando. Pero hay más, mucho más de lo que yo pueda decir. Escrito está el poema del momento trágico que vivimos y el ansia de salir a pasear por los campos pintados bajo nubes benignas. Y hay un monstruo marino amenazante y flores andantes, e interrogaciones pintadas cual preguntas incómodas en las ruedas de prensa del gobierno.

Saqué la foto como quien se detiene por curiosidad. Ahora veo lo que no vi despacio. Miren lo que me traje a casa procedente de otra, sin hurto ni alevosía. Ahora que estamos detenidos, los cristales pintados son la curiosa historia de nuestra retención, del drama que hemos de vivir poniéndole color a los días desde lo oscuro de nuestra angustia, desde el borrón del aburrimiento. Me llegan mensajes, consejos, ánimos, alarmas, recetas, y poemas... Aquí les dejo uno visual, un vitral doméstico que puede iluminar la catedral de nuestros miedos al retratar las temibles estadísticas como un arco iris que se curva y desvanece. No sé en qué cristal se verán ustedes reflejados. Elijan más de uno para no hacerse trampas con el miedo, o ilusiones antes de tiempo. Mejor no escojan. Tomen, como yo, las dos ventanas y hagan suya la metáfora narrada. Nada sobra, ni falta. Dentro de nuestro vivir emparedados estamos componiendo la viñeta que nos define. Mostremos lo mejor. Es preciso más que nunca creerse Astérix. Somos los vecinos de "La 13 Rue del percebe". Nos toca aguantar de todo, reír de todo también. La vida sigue teniendo color desde el agujero negro del aislamiento.

Salud. Paz y bien. Y color esperanza.