Hay muchas expresiones que de tanto usarlas les borramos casi el significado, una de ellas es esa máxima de que habiendo pan y circo la masa permanecerá satisfecha. Puede que estos días estemos dando más importancia al circo que al pan, y no son igual de necesarios. Además de un sinfín de iniciativas solidarias, estamos viviendo un cierto activismo que ensordece cualquier minuto de silencio: cadenas, retos, memes, iniciativas, directos y todo un programa circense.

Pero el tiempo es oro, y no podemos rellenarlo solo de actuaciones circenses que alivian nuestro tiempo en casa, como si la conversación, la reflexión o el mismo silencio fuesen un mal a evitar. Podemos sentir la necesidad rellenar los minutos en vez de preguntarnos ¿quién soy?, ¿qué he estado haciendo con mi vida? O ¿cuál es mi proyecto vital? Olvidando que siempre nos ha alimentado el pan y no el circo, y a veces hay respuestas que necesitamos buscar para poder crecer.

Este tiempo no puede reducirse a ocio superfluo, ensimismados en el entretenimiento banal, mientras los nuestros luchan por salvar su vida o por salvársela a otros. Y el primer ejercicio que debemos hacer es dejar atrás las máscaras, de una manera u otra todos hemos impostado una sonrisa para decir: "tranquilos, está controlado, saldrá bien". Pero cuando nos miramos al interior, sabemos que esa sonrisa está garabateada sobre el miedo y la incertidumbre, y eso no lo calma el circo, solo una esperanza bien alimentada.

Por eso debemos quitarnos las máscaras de la falsa normalidad y el optimismo de frases hechas, para buscar la verdadera esperanza, porque sí sabemos que saldremos. Si cada uno cumple con su misión saldremos de la mejor manera posible, pero eso exige sinceridad y madurez, comprensión y consuelo, y sobre todo verdad y amor. Las dos juntas, la verdad al mirar a esta realidad sin desdibujarla bajo pasatiempos y el amor que es la virtud humana capaz darse siempre un poco más de sí, de abrirse las costuras para cubrir cualquier necesidad.

No es tiempo de distraernos con el circo, sino de alimentarnos de pan. Pan horneado en el fuego del hogar y la familia. Pan partido, signo de la fraternidad humana capaz de repartirse a todos. Y pan para el camino. Hoy necesitamos el Pan verdadero, que reaviva nuestras fuerzas, y ese pan es Cristo. Fijémonos en él, también en este tiempo de ayuno eucarístico, y aprendamos a ser, en conmemoración suya, el pan que reúne a la familia, se entrega a los hermanos y sustenta la esperanza.