Benditas sean todas esas personas que, en medio de la desolación, en medio de la soledad, en medio de la tristeza reinante nos provocan una sonrisa e imparten lecciones de solidaridad encomiables. Ahí está la empresaria Sabina, capitaneando a todas sus modistas que fabrican a todo meter mascarillas de forma gratuita y voluntaria. Duli Anta, proporcionando metros y más metros de buena tela de lino. Elías Luengo, propietario del Restaurante Ribel con una iniciativa solidaria que precisa el respaldo de Azehos, tendente a conseguir material sanitario para el Complejo Asistencial de Zamora. Los que nos provocan una sonrisa, como Mari Carmen Santos, con las ocurrencias que envían por WhatsApp tratando de paliar el efecto de esa pena que empieza a embargarnos a todos. Las monjas de clausura con sus rezos y sus cánticos, Juan Carlos López, Maryfe, el padre Luis Zurrón, Manuel de Lera, Luis Santamaría, Elena González, Patricia Rodríguez, Mercedes Morán enviando la fuerza de su optimismo a todos, Javi Montero patrullando con humanidad y diligencia, Josué Crespo, Carmela, todos cuantos se ocupan y preocupan por enviar cada día una oración, encomendarnos a la Virgen, tratando de hacernos más llevadero el confinamiento y regalándonos su fuerza vital. Que no decaiga.

Benditos sean los que cada tarde salen a aplaudir a sanitarios de Zamora, a Guardia Civil, que ha perdido otro miembro más de su numerosa familia, a la Policía Nacional, a la extraordinaria Policía Local de Zamora y al Ejercito que nos cuidan, nos vigilan, porque siempre hay desobedientes, y nos ayudan. Bendita sea esa Cruz Roja de amor y solidaridad que se vuelca con los más vulnerables, teniendo en cuenta que son muchos. Benditos sean los redactores de este periódico que nos mantienen informados. Benditos sean los directores y propietarios de las residencias de ancianos que se esfuerzan y trabajan denodadamente para que el bicho pase de largo por la puerta de sus establecimientos. Necesitaría mucho espacio para tanta gratitud.

Frente a personas ejemplares y extraordinarias. Frente a colectivos disciplinados y entregados, también hay indeseables, gente repugnante, capaz de reírse del dolor de los demás, del sufrimiento de tantos, de la incertidumbre. Gente insolidaria. Estoy acordándome de la eurodiputada de Junts per Catalunya y ex consejera de Educación del Gobierno de Carles Puigdemont, autora de aquel desafortunado y desagradable tuit que compartió en las redes sociales con la frase "De Madrid al cielo", acompañando una noticia sobre la grave situación epidémica que vive la capital de España por culpa del Covid 19. Quien le iba a decir a la Ponsatí que se rio a mandíbula batiente de la tragedia del coronavirus que ha azotado Madrid de forma despiadada, que Cataluña no se iba a librar. Que aunque con una incidencia menor, Cataluña, desgraciadamente, también vive bajo el yugo del coronavirus. Y que su presidente ha dado positivo. Repugnante me parece esa parte del independentismo catalán que sigue haciendo burla como Bru Esteve, colaborador de Catalunya Radio que se ha burlado de las muertes de Madrid publicando "De Madrid al hielo" en clara alusión al Palacio de Hielo madrileño convertido en improvisada y necesaria morgue.

Repugnante también me parece la actitud de desobediencia de unos pocos que alteran la anormal normalidad que estamos viviendo. La lucha contra el virus es cosa de todos, cada uno de nosotros tenemos nuestra pequeña o gran parte de responsabilidad. Los repugnantes seguirán con sus repugnancias. Me quedo con la gente extraordinaria, con la gente solidaria de la que mi Zamora del alma cuenta a montones.