Ni catastrofista, ni alarmista, más bien realista. Yo no invento las noticias, las informaciones se producen a una velocidad de vértigo. Esta, además, procede directamente de Moncloa. Dos titulares para ir analizando: "El Ejecutivo calcula unas pérdidas de 125.000 millones de euros si la crisis se prolonga cuatro meses" Esa posibilidad es real. Otro: "Moncloa calcula que se perderán un millón de empleos". Como el Gobierno de España no haga algo por las pequeñas y medianas empresas que son la columna vertebral de la economía, esas cifras pueden verse notablemente incrementadas.

La factura económica del coronavirus, no sé si tendrá o ya tiene, dimensiones estratosféricas. Con los españoles confinados, porque es lo que hay y no queda otra, y España en estado de alarma por la pandemia global declarada por la Organización Mundial de la Salud, no hay margen para el optimismo. Sí para la esperanza. No tenemos que perderla de vista. Hay que recargarse todos los días y esperar que, lejos de repuntar, los contagios remitan. Será señal inequívoca de que los españoles lo estamos haciendo muy bien.

Ni montañeros a los que tenga que rescatar la Guardia Civil, tras saltarse a la torera el "quédate en casa", ni chulería por parte de gente joven y no tan joven que se cree por encima del bien y del mal y campan por sus respetos en calles que deben permanecer vacías. No hay que darle tregua al bicho. No hay que desafiarlo, ni al Covid 19 ni a los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado que cumplen con su obligación, que se exponen como el que más. La estrategia de confinamiento es vital para todos. Eso no nos impide salir a balcones y ventanas, cuando somos convocados, para aplaudir, para escuchar el Himno Nacional o para cantar el ¡Viva España! del inmortal Manolo Escobar. En Italia cantan el "Azzurro" de Adriano Celentano.

Si se acorta el periodo de confinamiento previsto, digo yo que también se acortarán esas cifras que asustan, esas cifras que ponen en peligro nuestra economía y nuestra tranquilidad laboral. Hay que mirar por los trabajadores, cómo no, pero como no se haga lo propio por los empresarios, acabará la pesadilla y no habrá tajo al que volver. Me lo cuentan y me lo documentan cada día, tantos y tantos empresarios a los que valoro por su seriedad y su prestigio empresarial, que me creo a pies juntillas el panorama post confinamiento que me cuentan.

Como se cumplan las previsiones de los técnicos del Gobierno, la economía española perderá tres años de crecimiento económico, es decir, el PIB regresará a la cifra registrada en 2016. El postcovid puede ser peor, en términos económicos, que el covid. Nos puede situar en la antesala de la recesión económica y España no está para esos trotes. El Turismo es, a todas luces, el sector más castigado. De ese millón de empleos que pueden desaparecer, el sector turístico es el que peor parado saldrá, con una destrucción directa de 300.000 empleos, de los 2,2 millones de personas que trabajan en este sector. Tampoco podemos permitir que la picaresca haga acto de presencia y la hostelería quiera hacer el agosto en veinte días a lo bestia, porque eso también destruye la fama y el prestigio de este excelente sector.

Trabajos directos y trabajos indirectos que se van a ir cual nave al garete, si es que no se han ido ya. De ahí la urgente necesidad de que el Gobierno entienda el problema por el que atraviesan las empresas. Protegernos es proteger también a quienes nos dan trabajo. Fuera ideologías a la hora de pensar y ejecutar planes ante la magnitud del problema social, económico y humano que nos plantea la epidemia en curso.