Saldremos de esta. Nadie lo duda. La Humanidad ha soportado, y no hace tanto tiempo, pruebas más duras y difíciles; verbigracia: las dos guerras mundiales. Y se recuperado. Y ha conseguido, especialmente en el mundo occidental, tiempos de paz, prosperidad y avances insospechados, Internet, por citar el más revolucionario de todos. Tales logros nos han hecho creer que nuestra sociedad, la civilización mega moderna, era imbatible; únicamente podía ir hacia adelante, nada de retroceder, ni siquiera tomarse un descanso, ni siquiera reposar un poquito para pensar en si lo que estábamos haciendo era o no lo correcto. ¿Cómo íbamos a equivocarnos siendo tan listos, tan dominadores, tan vanguardistas en inventos, preparación y demás, tan acaparadores de masters? Y llega un bichito procedente de China y....

Saldremos de esta. Lo repiten insistentemente las autoridades, lo escuchamos a diario en todos los medios de comunicación, lo repetimos en cualquier conversación con familiares y amigos, nos lo decimos a nosotros mismos para darnos ánimos en momentos de dudas y pesimismo, lo lanzamos como eslogan en cuanto tenemos ocasión. Y es verdad: saldremos. Pero, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿a qué coste en vidas y en daños económicos y sociales?, ¿con cuántas heridas y de qué gravedad?, ¿con qué espíritu de superación?, ¿con la lección aprendida o dispuestos a olvidar y a volver a las andadas como si nada hubiese ocurrido? Son cientos las preguntas que se le ocurren a uno ante una situación inesperada, sorprendente y mucho más complicada de lo que parecía en un principio, cuando aquellas noticias llegadas desde China nos sonaban a chino, como si vinieran de otro mundo, como si fueran irreales, de película de ciencia ficción. No, hombre, aquí no podía pasar nada de eso, alguien lo arreglaría, alguien inventaría una vacuna; además, China está tan lejos...

De momento, no hay respuestas a semejantes preguntas. Y es lógico. Lo primordial es atajar la pandemia, frenarla, disminuir el número de muertos y contagiados, acelerar la recuperación de los infectados. Hacia estas metas se están dirigiendo los esfuerzos de los gobiernos, los sanitarios y de los ciudadanos en general...aunque a nadie nos guste estar encerrados en casa día tras día. Sin embargo, no estorba que las mentes más preparadas, los expertos y los próceres con capacidad de decisión comiencen a meditar sobre la sociedad del futuro, sobre esa sociedad que tiene que nacer de las cenizas de esta que está a punto de tumbar el COVID-19. ¿O cuando esto pase todo va a seguir igual?, ¿recuerdan cuando, en plena crisis del 2008, se dijo aquello de que había que refundar el capitalismo? Estamos en el 2020 y nunca más se supo de tal aserto. En cuanto vino cierta recuperación económica, los buenos propósitos pasaron a mejor vida. Y entre las cosas que se olvidaron fue la defensa de lo público. Había que privatizarlo todo, incluida la Sanidad, ¿verdad Esperanza Aguirre?, ¿verdad Artur Mas? ¿verdad Rajoy? Estos días están saliendo a la luz la cantidad de puestos de trabajo de sanitarios que se perdieron en la Sanidad pública, sobre todo en Madrid. Ahora, claro, se echan en falta. Ahora todo el mundo vuelve sus ojos hacia los hospitales públicos, hacia los centros de salud públicos, hacia los ambulatorios públicos, hacia la atención primaria pública. Ahora muchos detractores de lo público, los privatizadores hasta del aire que respiramos, admiten que sin una sanidad pública como la española, con sus problemas y defectos, el coronavirus estaría haciendo un daño infinitamente mayor.

La pandemia está sacando lo mejor de esta sociedad: la colaboración, la solidaridad, las ayudas mutuas, la recuperación de valores olvidados, la capacidad de luchar contra un problema serio...Pero también está aflorando lo peor: el egoísmo, el individualismo atroz, la falta de respeto y la desobediencia. Y, ¡ay! ese virus nacionalista fanático del que algunos catalanes (pocos pero significativos) están dando una vergonzosa muestra. Desde la ínclita Ponsatti, que tuiteó "De Madrid al cielo" cuando Madrid comenzó a registrar muchas muertes, hasta el gran Torra, que ha iniciado una ofensiva ¡¡internacional!! para desacreditar al gobierno español por no "confinar" a Cataluña. ¡Pero si estamos confinados todos! Ah, y por quitarle competencias a la Generalitat y por mandar al Ejército a limpiar el Prat y el puerto. Y de ahí, claro a las mentiras, a las manipulaciones, a las descalificaciones y al insulto. Me he acordado de mi abuela que me decía: "Tranquilo, hijo, que maldiciones de burro nunca llegan al cielo".