Sin techo, sin hogar, sin casa, sin familia, sin nada. La calle por hogar, un banco por lecho y la caridad como forma de sustento. No sólo las grandes ciudades cuentan con este colectivo de personas a las que miramos de lado o no miramos por temor a no sé bien qué. Es verdad que nos han mentido tanto, que han utilizado la caridad para otras cosas que no son precisamente alimentarse o dormir, que nos hemos vuelto inmunes ante ciertas estampas callejeras. Y porque para evitar su degradación física y personal, siempre pensamos en la misma institución: Cáritas. La obra de algo más que caridad de la Iglesia española que tanto bien hace a este colectivo, como a tantos otros, en el que se mezclan hombres y mujeres proclives a contraer cualquier virus, después de haber contraído el otro 'virus' alienante del alcohol y de la droga, al que se suma la pobreza extrema y el desamparo.

En lo que a Zamora respecta, menos mal que, en nombre de Cáritas, hay alguien que pasea vigilante las calles, deteniéndose ante lo que antes llamábamos mendigos y ahora incluso hay pícaros y profesionales, casi todos ellos procedentes de otras latitudes europeas. Luis Almena los tiene bien controlados, facilitándoles todo aquello que, de forma gratuita y generosa, les brinda Cáritas. Un techo, pan, comida caliente, aseo y, cuando se puede, también trabajo. Luis vigila expectante y recoge las distintas historias que marcan las vidas de estas personas. Porque son personas, a pesar del desprecio que se enquista en tantos ojos.

En el conjunto de España los sin hogar, los sin techo son cerca de 33.000, según el informe de la Estrategia Nacional Integral para Personas Sin Hogar. Aunque Cáritas, bastante más fiable, eleva la cifra hasta las 40.000. Afortunadamente se ha pensado en ellos ante la crisis del coronavirus activando otro plan de choque, uno más, para asistir a este colectivo. En otras capitales de provincia donde se hayan desplegadas, son las Fuerzas Armadas las que ayudan a los servicios sociales de cada localidad ante la previsión de que se vean desbordados para asistir a tan importante colectivo. El Ministerio de Defensa ha ofrecido instalaciones militares para albergarlos. Hay que salvarlos del enemigo común, el Covid 19.

En Zamora, a falta de instalaciones militares, ahí está la Iglesia católica ofreciendo lo que tiene. Y Luis Almena, ahora confinado como los demás, proporcionando identidades y datos que permitan cobijar a estos parias de la tierra de los que a buen seguro ninguno nos hemos acordado desde el confort de nuestros hogares, del techo que nos cobija, bajo el que también se viven pequeños y grande dramas. El de la soledad de tantas personas mayores que, gracias al teléfono y a la solidaridad de algún vecino, resisten como pueden con fe y con esperanza. El drama de la familia de tantos difuntos que se ven solos, junto al fallecido, sin poder recibir el consuelo del resto de familia y amigos. La soledad del cementerio se adelanta al tanatorio. Das en pensar y lo que sucede es terrible.

Acordémonos de ellos, de las personas sin hogar que no están en la calle porque quieren. Todos y cada uno acumulan vivencias traumáticas que les hacen perder su estabilidad emocional y sus recursos económicos. El hecho de vivir en la calle es de por sí una agresión que acarrea soledad y marginación, amén de otras agresiones en forma de violencia. Los demás no hemos confinado en casa, ellos siguen en la calle, sin intimidad, sin seguridad garantizada al albur de un sistema de protección social a todas luces insuficiente. Menos mal que Cáritas sigue vigilante para evitar lo peor. Lo ha venido haciendo a través de los ojos de Luis Almena. ¿Y a partir de ahora?