No me doy cuenta, ahora precisamente, de la labor que prestamos en las tiendas de barrio. Posiblemente por el momento de alerta sanitaria en el que nos encontramos, me siento más sensible y actuando como una esponja, escuchando lo que te cuenta uno y lo que te cuenta otro, simplemente me apetece. Era el primer día del confinamiento. No sabía qué podía pasar, al menos a esas horas de la mañana. El panadero llegaba a su hora, La Opinión, un poco más tarde, hoy sin mucho retraso. Al momento aparece el primer cliente a buscar un ejemplar, para entretenerse y pasar la mañana. Me dice, hablamos como otros días, va a llenar el depósito, si encuentra abierta la gasolinera. Le digo que sí, que eso han dicho.

No tarda en llegar el siguiente, se va a la finca a echarle de comer al perro, no sabe si le llamaran la atención. Erróneamente, le informó que las medidas para limitar la movilidad no se pondrán en práctica hasta el lunes a las ocho de la mañana, para facilitar que los que han salido fuera, puedan regresar ¡Que ilusos!, eso había leído yo en dos medios digitales. No tardó en llegar otra persona, que me hace saber que la medida ya es efectiva. Tengo el BOE, me lo han pasado, con la declaración, del estado de alama, pero son once folios, mucha lectura teniendo tanto que hacer. Consulto por otros medios, en efecto, vamos que el gobierno no se aclara ni para estas cosas.

Todos con ganas de conversar y de lo mismo, de desahogare un poco de esta manera, contando sus preocupaciones en la tienda, que para eso estamos, en los supermercados solo se compra. Es el día. El día de hablar de los perros, de las peluquerías, en aquel momento se permitía abrirlas, después rectificarían. Nadie tenía prisa, ¿Para qué tenerla? Así toda la mañana, escuchando. Escuchando, informando, tranquilizando a la gente, animándola. Contestando preguntas, existían dudas, parece mentira que aun con tantos medios de comunicación, la versión que dan por buena, sea la que dice el tendero.

Cada cual, contando un caso vivido, que si comprando, que si la vecina, que si el pueblo se ha llenado de forasteros de Madrid, como si fuera agosto, o incluso más. Ahí, sí que coincidimos todos, o casi, fue una torpeza permitir una manifestación masiva, seis días antes de declarar la alerta, como una irresponsabilidad permitir libremente las salidas desde Madrid donde se encontraba y se encuentra el principal foco de la enfermedad, permitiendo a los residentes salir, para abarrotar nuestros pueblos. Y después a adoptar medidas más drásticas, para todos.