En ciudades como esta con dilatada historia, a medida que se retrocede y se analiza cada época más lejana, el relato adquiere cierto tono fantástico que no se corresponde con la idea de una Historia contrastada con los rasgos propios de la realidad. Solo al correr del tiempo, surgen datos que completan o modifican el relato servido en cada época. Sentí verdadero horror al enterarme ya adulto de los castigos infligidos a los Comuneros y de cómo se les ejecutó. Y es que la Historia en los textos que estudiábamos en Bachillerato no se iba a parar en detalles que podían afectar a sensibles mentes juveniles como las nuestras. Y encima con el riesgo de arrojar sombras sobre la figura del Emperador.

Solo sabíamos que este preparaba el viaje desde Flandes para hacer una entrada en el país con todos los fastos y así se enterasen todos sus vasallos, que estarían temblando con el recuerdo de los pobres comuneros. Y de ahí pasábamos sin más explicaciones, a enterarnos como si fuese un hecho normal del encerramiento de por vida de su madre la reina Doña Juana y con cargos que no eran nada claros y que solo los doctos entendían. Todo ello ofrecía todo tipo de panoramas inciertos, aunque el aceptado públicamente era el que seguía la versión de los cronistas de Palacio, complacientes siempre con el Poder.

Todo este preámbulo viene a cuento por tratar de enjuiciar los argumentos de variado origen con que se arma la Historia, no solo por los documentos que se utilizan, sino también por las señas que las ciudades a lo largo de la vida han ido dejando, revelando su pasado. Tomemos un caso concreto como el de la sucesión de estilos arquitectónicos, y que aporta consigo cada época histórica a su configuración. El gótico revela el fin de la Edad Media y en su lugar la aparición del Renacimiento.

Este proceso, digamos europeo, de nuestra cultura se hace presente en nuestra Catedral, que importa los modelos que traían artistas de procedencia europea. Así que planos, maquetas, modelos a escala, definían hasta las nervaduras y bóvedas del templo. Hasta el peso de cada época, deja su marca respectiva, ello explica que le reforma del acceso principal a la catedral se haga en estilo renacentista, a pesar de que el gótico es el estilo que había regido la ordenación del conjunto. Surge una actuación imprevista que no se sujeta a ningún orden en relación con los estilos del templo. Se trata de un bajorrelieve tallado en un lienzo de la fachada sobre la que se sitúa la denominada puerta del Obispo.

En un recuadro que figura el marco de una ventana aparece el busto en piedra de un personaje que, con gesto trágico, parece querer salir del muro que le aprisiona. Este lamento labrado está ahí presente desde hace setecientos años en un sitio singular del monumento principal de la ciudad, y aún sin oírlo nos alcanza su impacto sonoro flotando en el paisaje. Nos falta conocer el origen de este grito desesperanzado que sale de la piedra. A lo más, podríamos plantear diversas hipótesis, que arrojasen alguna luz sobre los motivos que dieron lugar a la obra en cuestión. En primer lugar, ese lamento debe tener un origen de tipo colectivo, un particular no tiene la capacidad ni la autoridad para improvisar una alteración de las formas del Monumento, y que el propio obispo cotidianamente tenía que padecer.

El grito probablemente respondería a una demanda de los canteros de la obra, que sufrían los nuevos métodos que habían sido impuestos por el arquitecto francés, que aparte de la ordenación general del edificio, traía los patrones para el trazado y corte de las piedras, que iban a utilizarse en las nervaduras y bóvedas del templo. Hay que tener en cuenta que el estilo románico tenía una base popular, en donde los gremios impartían las normas heredadas de sus maestros tradicionales. El estilo gótico era un estilo importado que aprovechaba modelos realizados en suelo francés, y que sirvieron para los trazados de los nuevos templos de Europa Occidental.

Así que, los arquitectos foráneos desembarcaban con todo un conjunto de procedimientos y técnicas que iban a dejar anulados a los viejos maestros de la piedra tradicionales. Ahí reside el grito de protesta que surge de unos artesanos que se vieron barridos por los aires de novedad que habían crecido en Europa. Canteros que demostraron que su competencia, sin duda estaba en el desarrollo de tantas iglesias de trazas sencillas del medio rural y que se han convertido en las señales protagonistas de nuestros paisajes. Si es que no aparecen hipótesis más sólidas que las propuestas en este artículo.