No es posible que en España, país en otro tiempo tranquilo, la violencia siga un crescendo que parece imparable. La violencia en todas sus manifestaciones, incluidas las más salvajes. Los informes en ese sentido no dejan lugar a dudas. Si además proceden del departamento que dirige Fernando Grande-Marlaska, se disipa cualquier duda al respecto. Es como si el virus de la maldad más absoluta se hubiera adueñado de un país antes apacible. Saber que los delitos más graves contra las personas crecieron el año pasado más de un diez por ciento en España, lo que supone casi ocho puntos más que el conjunto de la criminalidad, que lo hizo un 3,3 por ciento, es para que salten todas las alarmas. Cuando hablo de los delitos más graves me estoy refiriendo a asesinatos, homicidios dolosos y violaciones. Desgraciadamente de estas últimas vamos excesivamente bien servidos.

No sé si es una paranoia violadora o que diantre es, las violaciones individuales y en manada están a la orden del día. Es como si los violadores 'profesionales' y los que no lo son se hubieran crecido, como si no tuvieran miedo a las consecuencias. Las consecuencias pasan por su detención, porque se acaba pillándoles, y su juicio que en penas suele resultar durísimo. Acceder al portal o al ascensor de casa con un desconocido puede tener consecuencias no deseadas. Están a la que salta y tiran de bragueta en los sitios más insospechados. Ven un palo con faldas y se tiran como locos, nada le digo si se trata de una adolescente o una joven. Claro que la edad ya no es impedimento alguno. Cuántos casos se han dado de violadores que han perpetrado su fechoría con venerables ancianas de ochenta y más años.

A esa gente se les debería aplicar la prisión permanente revisable. Sin más miramientos. Los datos no pueden seguir ofreciéndonos ese aumento indeseado. El dato más inquietante es que las agresiones sexuales con penetración aumentaron una media anual del 14,4%. Las cifras son como para asustarse. En los últimos tres años hubo 2.201.859 infracciones penales, lo que supone más de 6.000 al día. Eso es una barbaridad. Eso es una canallada. Con esa lacra hay que acabar por los medios que sean. La Justicia tiene que ser tajante. Como también tiene que ser tajante con quienes denuncian violaciones que no se producen. A ver si la estadística ministerial empieza a dar cuenta, por mínima que sea, de esa realidad que algunos, especialmente algunas, se empeñan en negar.

Los datos de criminalidad de 2019 no son como para tomárselos a broma. El Ministerio pertinente atribuye gran parte de ese crecimiento del conjunto de las infracciones penales a la cibercriminalidad. La que nos faltaba. Los datos no pueden ser más elocuentes. Si en 2011 la delincuencia en la red suponía el 2,1 por ciento del total, ocho años más tarde, en 2019, el porcentaje es del 10,1. La mayor subida de la última década. No entiendo cómo, sabiendo todo lo que sabemos entorno al lado oscuro de las redes, la gente se deja llevar, se deja engañar, se deja timar de la forma que vamos sabiendo. Lo cierto es que el traslado de la criminalidad al mundo virtual es un hecho contrastado que está dando mucho trabajo a las Fuerzas de Seguridad destinadas a combatir este fenómeno que tiene larga vida por delante.

No seamos tan confiados. No alimentemos la estadística sobre la que también recae la percepción social de que los delitos son duramente combatidos por las Fuerzas de Seguridad sin cuyo trabajo, cuántas veces ímprobo, estaríamos entoñados en datos y cifras escalofriantes que duplicarían y triplicarían con mucho las cifras actuales.