En aquel tiempo, el hombre moderno fue llevado a un monasterio por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Le resultó una dura prueba desprenderse de todos sus aparatos digitales, dejar a un lado su apresurada rutina diaria y someterse a la disciplina horaria de los monjes, donde hasta los descansos estaban programados. No soportaba tampoco esos tiempos comunitarios de recreo en los que aquellos hombres probados en la virtud daban muestra de una alegría que no era de este mundo y, por mucho que él se esforzaba, solo lograba esbozar media sonrisa. Después de vivir allí durante cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre, hambre de Dios. Y el tentador se le acercó, sibilino y seductor como siempre, y le dijo: "si es verdad que eres hijo de Dios, dile a ese Dios que sacie tu hambre de sentido y de infinito, porque, de lo contrario, no merece la pena creer en él". Y al instante abrió una vieja biblia que había en la mesa de su celda y dio con las palabras iniciales del salmo 26: "El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?". Entonces el diablo lo llevó a la iglesia del monasterio e hizo pasar delante de él todos los acontecimientos de su vida, diciéndole: "Como puedes ver, ese Dios que dice ser tu Padre no ha cumplido su promesa de ser el 'Dios-contigo'". Y de repente reparó en el sagrario tenuemente iluminado por la luz de una vela y se fijo en la inscripción que estaba en su base: "No tengáis miedo. Soy yo en persona". Por último, el diablo hizo que se conectaran a la vez todos sus aparatos digitales y que todas sus redes sociales se empezaran a llenar de mensajes bonitos, de solicitudes de proyectos y de "me gustas". Su teléfono móvil empezó a sonar y su WhatsApp se llenó de mensajes de felicitación, reconociéndole los logros conseguidos, así como de diferentes medios de comunicación solicitándole entrevistas para dar a conocer al mundo su talento. Y el tentador le aseguró: "todo esto te daré si te postras ante mí y me adoras". Pero el hombre moderno, sostenido por la oración de los monjes, y avezado en el combate, reunió las últimas fuerzas que le quedaban y exclamó con brío: "Vete, Satanás, para ser libres nos ha liberado Cristo". Entonces lo dejó el diablo y sucedió que los ángeles, las criaturas más hermosas e inteligentes de la creación, recibieron órdenes del mismo Dios de servir al hombre moderno y seguir mostrándole el camino de la salvación.