El estreno de Pablo Iglesias en la última sesión de control no ha podido ser más sorpresivo para la mayoría ciudadana. Iglesias se muestra irreconocible en el Congreso. Y no porque, al modo de Sansón y Dalila, Irene le haya cortado la coleta que le identifica, no. Iglesias está irreconocible por el tono moderado y la actitud patriota que emplea en medio de la ovación de sus compañeros de bancada azul y de todo el socialismo que aplaude con fervor a quien antes quitaba el sueño a Sánchez y ahora no da un paso sin contar con él. Poco a poco, Pablo va fagocitando a Pedro. Un imprescindible para Sánchez, por encima incluso de la mayoría de sus ministros y vicepresidentas.

Pablo respondía a una pregunta del secretario general del Partido Popular, Teodoro García Egea, sobre cómo va a coordinar las políticas de la Agenda 2030. La 'palanca' esa a la que tanta importancia le da y para la que ha nombrado incluso a un director general. La respuesta del podemita no pudo tener un tono más moderado, más sosegado, evitó entrar a rebatir las críticas formuladas por el diputado popular al que agradeció su "tono irónico saludable" y al referirse a España, nombre que les sigue costando pronunciar, se refirió a "nuestra patria". Si me lo dicen hace unos meses me muero de risa. He tenido que verlo y oírlo para comprobarlo.

Estos del PP que están medio tontos no han caído en la cuenta que tanto Sánchez como Iglesias nunca dan cumplida respuesta a sus preguntas. El presidente y su vice contestan lo que les viene en gana, unas veces para afear lo que hacen y dicen los populares y otras para hablar de lo que les interesa, sin venir ni a ton ni a son, aprovechando la presencia de las cámaras para quedar bien con la parroquia que les sustenta. Iglesias siempre tiene "la pobreza" a flor de labios. Resulta curioso que blasone de esa situación por la que atraviesan tantos españoles y la mayoría de venezolanos, quien vive en la opulencia y ha caído en todo lo que criticaba de la que bautizó como 'la casta'. Iglesias es ahora casta sin haber superado la caspa a la que pertenecía hasta no hace tanto.

Ahora tiene 'chaletón', guardias civiles cuidándole la casa, coche oficial con chofer, guardaespaldas... Qué pronto se ha acostumbrado a ese modus vivendi político propio de la casta y sobre todo de la derechona patria a la que tanto odia. Luis de Guindos debe estar desternillándose de risa. Porque Iglesias, podría seguir conservando su esencia, viviendo en un pisito en Moratalaz o Vallecas, viajando en bicicleta que es muy ecológica y prescindiendo del gasto que suponen los guardaespaldas, ciertamente maltratados y ninguneados. En cuanto estos de la caspa han tocado poder gracias al abducido Sánchez, han dado un vuelco a sus vidas. Si hasta Echenique se ha ido a vivir a un pisazo del barrio de Salamanca donde reside el pijerío madrileño.

El cambio, en todos los órdenes y sentidos, ha sido brutal. Pablo Iglesias, moderado y patriota. Aunque, tanto en la moderación como en el patriotismo se observan lagunas y una cierta impostura. Podrá engañar a sus correligionarios, podrá engañar a Sánchez, podrá engañar a los del PP, pero su engaño no es universal. Son legión los españoles que no se lo creen ni hartos a cáñamo índico. Entre las mentiras directas e indirectas en las que este raro gobierno vive instalado y las imposturas de unos y otros, ocurren dos cosas, sacan de quicio o hacen reír. El personal está optando por esto último y por la ironía en la que algunos se están sacando auténticos másteres. Y lo que nos queda por ver y oír. Después de tantos años contra el sistema, el sistema es ahora su credo. Vivir para ver.