Es lo que tiene eso de escuchar la radio, que un día cualquiera, aprovechando que estás resfriado y no te atreves a salir a la calle, no vaya a ser que los estornudos lleguen a convertirse en un "trancazo", puedes escuchar cosas interesantes que la inmediatez del medio te acerca de manera cómoda, aunque también puede que llegue a dejarte algún resquemor debido a inusitadas sorpresas. Sin ir más lejos, el pasado jueves en una de las veteranas cadenas radiofónicas, que cuenta con una gran audiencia, un colaborador de su programa estrella, que se emite por las mañanas, se pasó un buen rato hablando de determinado tema sin llegar a pronunciar, en ningún momento la letra "S". De manera que además de hacer desaparecer los plurales, lo mismo le oías decir "cima" cuando quería decir "cisma", o "cápita" por "cáspita", o "acudir" por "sacudir". Y no digo yo que quienes hablan por la radio deban tener una voz engolada como aquella de los locutores de la época franquista, pero sí se les debería exigir que, además de respetar el idioma, al menos se les pudiera entender sin tener que esforzarse demasiado, pues, aunque no sean conscientes de ello, lo cierto es que son tomados muchas veces como referencia por los oyentes, y el escuchar palabras o términos deformados no ayuda nada a mejorar el buen uso del idioma.

Pues eso, que no hacen falta grandes cualidades, pero si las suficientes, porque se da la circunstancia que al no poder ver a quienes están hablando en la emisora, la palabra es lo único que queda en el aire susceptible de poder ser interpretada. Pero, últimamente, el buen uso de la palabra parece que no se aprecia demasiado, y algunos dicen que es por aquello de la libertad de expresión, para que todo el mundo pueda llegar a expresarse. Aunque parece que eso no debiera ser así, porque, desafortunadamente, no todos servimos para todo, y si no que se lo digan a quienes no pasan del metro ochenta de estatura y pretenden ser destacados pívots de baloncesto, o a quienes desean ser médicos olvidándose que se desmayan en presencia de la sangre, o a los que pretenden ser catadores de vinos siendo alérgicos al alcohol.

Pero claro, como vivimos en un país donde una misma persona puede hoy ser ministro de sanidad y al día siguiente dirigir el ministerio de transportes, pues cualquier cosa resulta posible. De hecho, en el programa de radio al que me refiero, pude oír decir a su conductor que estaba muy bien sustituir el sonido de la "J " por el de la "G", cuando se desee pronunciar cualquier palabra que la contenga, ya que así sonaría más agradable, a la vez que elegante. No puedo asegurar si estaba hablando en serio, ni tan poco afirmar que lo dijera en broma, porque, no pude por menos de lanzarme sobre el dial de la radio para cambiar rápidamente de emisora, antes que me pudiera dar un algo.

En los mensajes enviados por teléfono, o los tuits desde los smartphones a las denominadas redes sociales, o como queramos llamarlas, el uso de las abreviaturas es de uso común, al objeto que pueda caber más texto (Lo de texto es un decir) de manera que quienes no están, o no estamos, acostumbrados a ese nuevo lenguaje les o nos cuesta trabajo interpretar lo que allí se dice, al funcionar como otro artilugio que parece estar en guerra, más que otra cosa, con el normal uso del idioma.

Por si fuera poco, los anglicismos invaden nuestra vida cotidiana, y aunque los más veteranos intentamos ponernos al corriente de sus significados, hay veces que nos resulta difícil, especialmente cuando se refieren a términos relacionados con el ordenador o con el teléfono. Aunque ya hemos asimilado muchos de ellos, otros nos cuesta más acostumbrarnos, y es que, claro, crecimos en una época en la que ni siquiera se veían esas cosas en las películas. De cualquier manera, convivimos con los "spoilers", el "streming", los "spams" y toda esa jerga, y nos comunicamos a través del diente azul (El "bluetooth") como si tal cosa, aunque dispongamos en español de términos similares o equivalentes. De manera que nos hemos acostumbrado a llamar "mobbing" a lo que siempre ha sido acoso, a denominar al corredor como a un "runner", y a los trabajadores autónomos como "free lance" y, por si fuera poco, cuando en el "Barça" marca Messi el gol de la victoria ante el "R.C.D. Español", los periodistas deportivos dicen que "el crack decidió el derbi".

El caso es que, mientras en algunas regiones como Cataluña y el País Vasco se mima el catalán y el euskera, promocionándolo con jugosos presupuestos, en el resto de España parecemos empeñados en mantener una cruzada para acabar con el buen hablar, especialmente cuando se trata del castellano. No hay conversación en la que además de pronunciar mal las palabras incluimos un montón de anglicismos. De ahí que la RAE, en su día, pusiera en marcha una campaña de concienciación, en la que, entre otras cosas, mostraba en "you tube" unos spots (Otro anglicismo) muy divertidos que todos deberíamos volver a ver, porque, aunque, a simple vista, pudieran parecer superficiales, disponen de una buena carga de profundidad que da que pensar.