El acto organizado por La OPINIÓN-El CORREO de Zamora bajo el lema "Razones para quedarnos. Estrategias frente a la España despoblada" se presta, como no podía ser menos, a muchos análisis y valoraciones. Desde los más pesimistas ("bah, siempre lo mismo, palabras, palabras") hasta los superoptimistas, esos que consideran que se han puesto las bases para resolver el problemón, pasando por los moderados, o sea, los que entienden que el mero hecho de abordar de frente, y desde muchos ángulos, el asunto es ya un gran éxito, como lo fue el reunir a altos representantes de las instituciones y a expertos de entidades que tienen algo que decir, y aportar, en cuestión tan grave.

Todos, desde un extremos al otro, coincidimos en que no se puede curar un mal si no existe un buen diagnóstico previo, si no se conocen las causas. Cierto que sobre la despoblación de esta tierra nuestra hay análisis, estudios, libros blancos, comisiones en las Cortes regionales y todo lo que ustedes quieran añadir y estamos como estamos, pero cierto también que nunca se ha hablado tanto del tema, nunca habían saltado tanto las alarmas y nunca se había visto a todas las instituciones tan preocupadas (o eso aseguran). Arrepentidos los quiere Dios, porque, hasta ahora, nadie escuchaba las voces que avisaban de la gravedad del problema, de sus repercusiones presentes y futuras y del cáncer que suponía para el desarrollo de las zonas que se iban quedando sin gente, sin aliento y sin porvenir.

Quizás la primera conclusión positiva del acto del miércoles pasado sea, precisamente, esa: la sensibilización y la concienciación institucional y ciudadana sobre lo que suponen despoblación y envejecimiento. Y el compromiso, al menos teórico, para luchar contra esta plaga, ya endémica en territorios como el zamorano. Y las sucesivas llamadas a la unidad de actuación, algo completamente urgente y necesario si se quiere poner remedio de verdad a la enfermedad. A través de los discursos de la ministra y vicepresidenta del gobierno español Teresa Ribera y de los presidentes de la Junta y de la Diputación zamorana pareció quedar claro que están dispuestos acabar con el síndrome del ejército de Pancho Villa (cada cual disparando por su cuenta y metiendo ruido) que ha reinado hasta ahora. Veremos. Será la prueba del algodón, la que nos dirá si hemos pasado del dicho al hecho.

Mientras comprobamos si las promesas se cumplen, quedémonos con lo positivo, con que los mandatarios asumen que no pueden seguir dando la espalda a esta lacra, que la sociedad les exige que se pongan las pilas y que, como señaló Cipriano García, director de la Caja Rural de Zamora, abandonen posturas partidistas y se unan. Y sí, da la impresión de que las gentes están muy hartas de que los problemas cotidianos, y más si son tan enormes como el que nos ocupa, se conviertan siempre en campo de batalla de los partidos. Ha llegado la hora de que los mandamases lo entiendan también así. Y tendrán que hacerlo. No solo por la presión social y la necesidad de evitar más, y mayores, desiertos demográficos, sino también porque la Unión Europea va a poner iniciativas y dinero contra la despoblación y querrá, lógicamente, que aquí se sumen esfuerzos y no se abra una guerra de a ver quién se apunta el tanto y quién busca el rédito electoral.

En el acto del miércoles, me llamaron poderosamente la atención otras dos alusiones. La primera fue cuando Javier Moll, presidente de Prensa Ibérica & Grupo Zeta, empleó la palabra "repoblación". Casi salto en mi asiento. Llevo años diciendo que hay que emprender ese camino, con preparación, con sensatez, con planes maduros, y no he encontrado más que rechazo o sonrisitas condescendientes ("qué cosas tiene este chico"). Bueno, pues parece que ya no soy el único. Luego, Antonio Armesto, director técnico de la empresa Experiencias del Destino, me contó que en Villahoz, un pueblecito de Burgos, están desarrollando, con apoyo europeo, una especie de plan de repoblación, de captación de empresas y empleo que está funcionado bien y en el que tiene puestas muchas esperanzas. Una bocanada de optimismo, aunque sea una gotita en un erial.

La segunda alusión la hizo la ministra Ribera cuando habló de "reubicar instituciones". Traducido al castellano corriente: que no todo vaya a Madrid o a otras capitales, que hay una descentralización efectiva. Y puso como ejemplo, si bien quedó ahí, sin profundizar, el traslado de militares a Monte la Reina. ¿Será verdad o un brindis al sol ya que estaba en Zamora? En cualquier caso, el tema salió a relucir, que no es poco.

Por todo ello he titulado este artículo "Luces de esperanza". ¿Son luces?, ¿es esperanza? El tiempo lo dirá. De momento, creo que algo, bastante, hemos avanzado.