A la nutrición y la alimentación le están saliendo constantemente enemigos de todos los calibres. Enemigos a batir contra los que se lucha denodadamente en batallas sin tregua destinadas a no dar cuartel a todo aquello que incluya el ingrediente a batir. Uno de esos ingredientes, apreciado por la industria, denostado por los nutricionistas, ninguneado por los consumidores es el aceite de palma. Tiene una prensa mala de solemnidad. Sin buscar otros, que los hay, los de 'Nocilla' siguen anunciando su producto estrella pero con una variante que destacan sobremanera: "sin aceite de palma". Hay como una maldición que pesa sobre este aceite de origen vegetal que se obtiene del mesocarpio de la fruta de la palma.

El aceite de palma se ha convertido en una de las muchas bestias negras sobre la que constantemente nos están advirtiendo por ser un ingrediente bastante común en los alimentos procesados. Vamos, que llevan un tiempo grande metiéndonos el miedo en el cuerpo. De hecho, ya lo tenemos metido. Somos legión los consumidores que miramos las etiquetas de los productos procesados en busca de la 'maldición' y si la contiene o no compramos o nos vamos a un producto similar que no la contenga. Incluso, a veces, no sabemos a qué atenernos.

En infinidad de ocasiones me he expresado desde esta ventana de papel, en contra del aceite de palma, lo que me ha valido una 'reprimenda' por parte de la Fundación Española del Aceite de Palma Sostenible. Lo de la reprimenda es un decir porque Ana María Sánchez, "Executive Planner" de esta Fundación no ha podido ser ni más respetuosa ni más encantadora. Me ha remitido un largo y bien documentado e-mail en el que me saca de algunos de los errores comunes que compartimos la gran mayoría de los consumidores. Se lo agradezco porque, gracias al texto que me ha remitido, he tenido la oportunidad de conocer detalles sobre el aceite de palma de los que no tenía ni idea. No es un eximente. También es cierto que no ha habido campaña alguna de apoyo, de concienciación, de información que dé a conocer la realidad.

Esta fundación trabaja con un claro objetivo que no es otro que aportar rigor científico en el debate en torno al aceite de palma. Tienen mucho trabajo por delante porque sobre este aceite siguen pesando más sombras que luces. Se quejan del escaso o nulo rigor tanto de informadores como de consumidores. Estimo que no será del todo culpa nuestra. Precisamente esta fundación me da la razón cuando reconoce la escasa información científica contrastada y de rigor que existe en la actualidad, de ahí que siga pensando que tienen por delante una ardua tarea. El aceite de palma como ingrediente alimentario es, al parecer, totalmente seguro. Y en una cosa tienen razón, ningún organismo internacional o europeo como la OMS, la FAO y la EFSA han emitido dictamen o normativa alguna que lo prohíba o recomiende su supresión.

Me gustaría saber de dónde diantre se ha sacado tanta prevención y tanto miedo cuando el aceite de palma no cuenta con ninguna característica que lo haga menos recomendable que cualquier otro alimento o ingrediente que aporte un perfil lipídico similar a la dieta. Si incluso la Universidad Pompeu i Fabra ha realizado un informe favorable a este aceite dejando en evidencia la falta de rigor científico que tienen algunas consideraciones en torno a la palma. ¿A quién creemos? Nos van a volver locos. Quiero dar un margen de confianza a la Fundación Española de Aceite de Palma Sostenible. No podemos estar todo el día con el índice acusador señalándoles cuando en realidad el león no es tan fiero como lo pintan. Ya sé que el miedo es libre pero la palabra de esta Fundación me merece todo el respeto y consideración.