El proceso de construcción de la Unión Europea tal y como lo conocemos en la actualidad, ha sido largo y complejo. Una "historia de altibajos". Fracasos y éxitos jalonan el itinerario de construcción europea, donde junto a los momentos de debilidad o incertidumbre, se han sucedido desde el entendimiento, avances trascendentales en el proceso.

Muchas de esas dificultades se han solucionado desde el acuerdo interestatal, respetando las diferencias de cada país, lo que se ha acuñado como "Europa en distintas velocidades" o "Europa a la carta". El mayor ejemplo de este estilo de integración, es la falta de incorporación del Reino Unido al "euro", y su rocambolesco proceso de salida de la Unión Europea pendiente de culminar, el conocido como Brexit.

La propia génesis de la UE marca su futuro. Es una organización de Estados peculiar, única en el mundo, compleja y diferente. No tiene carácter federal, ni lo pretende, aunque guarda algunas similitudes especialmente en materia monetaria. Bajo el paraguas de las cuatro libertades: la libre circulación de personas, capitales, bienes y servicios, los países de la UE ceden parte de su soberanía a una organización internacional. La UE no es un Estado como tal, aunque con instituciones cuasi-estatales que conviven con las propias de cada uno de los países que lo forman parte.

El Tratado de Maastricht representó uno de sus grandes avances, con la creación por etapas de la Unión Económica y Monetaria, traspasándose la puerta hacia la integración política pero lentamente, siendo la puesta en circulación del euro uno de los hitos más relevantes de la construcción europea. Es sin duda "la historia de un éxito", aunque desde algunos sectores de nuestro país ya no se valora con la debida perspectiva lo que ha supuesto para España formar parte de este gran proyecto europeo, que encarna además los valores, desde sus orígenes, de libertad, democracia y respeto a los derechos humanos.

Después del fracasado Tratado Constitucional, una vez más se demuestra que los referéndums son un instrumento de imprevisibles consecuencias, se dio paso al Tratado de Lisboa entre cuyas principales novedades fue la inclusión del Banco Central Europeo por primera vez entre las instituciones de la UE, lo que supone un salto importante en el proceso de institucionalización de los instrumentos para la consecución de la Unión Monetaria. El modelo del Bundesbank alemán es el que se asumió, teniendo como objetivo esencial el de la estabilidad de los precios en la zona euro, al que se supeditan el resto de las funciones. Quién iba a decir a los creadores del modelo, que un banco central de la UE, acapararía tanto protagonismo mediático, y donde una frase del que fue su presidente Mario Draghi en julio de 2012 en plena crisis del euro: "haré lo que sea necesario, y créanme será suficiente", resultara tan balsámica.

Las respuestas ofrecidas por las instituciones europeas ante la última crisis económica de origen financiero, nos descubren las propias debilidades del proceso de Unión Económica y Monetaria. Desde entonces, se avanza claramente hacia la Unión Bancaria, donde el Banco Central Europeo adquiere a partir de noviembre de 2014 las funciones de supervisión bancaria de las entidades financieras más importantes de Europa pertenecientes a la zona euro, aunque no de las de menor tamaño por la presión Alemania.

En el momento actual, donde existen corrientes antieuropeas en prácticamente todos los países de la UE, cuando está a punto de culminarse el Brexit, cuando los populismos extremos de derechas y de izquierdas, tan poco deseables ambos, se extienden por todo el territorio europeo, es necesario hacer una reflexión sobre hacia donde debe ir el futuro de la UE.

Algunas propuestas, no las únicas, pueden ser éstas: la necesaria transformación de los actuales bancos centrales nacionales que tienen un función compartida en la actualidad, apostando porque el Banco Central Europeo se convierta en el único banco central de la zona euro; la ampliación de sus objetivos, con la inclusión del crecimiento económico y el empleo, no solo el de la estabilidad de precios, siguiendo el modelo de la Reserva Federal de EEUU; más transparencia de las instituciones europeas y mayor control democrático a través del Parlamento Europeo; avanzar hacia la Unión Fiscal, es imprescindible una política presupuestaria común, ya que los propios compromisos de estabilidad presupuestaria se han visto insuficientes; y la culminación de la Unión Bancaria con la puesta en marcha del Marco Integrado de garantía de depósitos.

En conclusión, mayor integración, junto con mayor transparencia y control democrático son algunas recetas para avanzar el proceso europeo, o al menos para que éste tenga el carácter de irreversible. Eso sí, bajo el concepto no solo de "más Europa", sino de "mejor Europa".

(*) Doctor en Derecho por la UNED, Programa de Doctorado en la UE.

Senador del PP por Zamora