La pasada Navidad ha estado cargada de actividad política, considerando que en plenas fiestas ha tenido lugar la investidura del presidente, la formación del nuevo gobierno, su notificación -telefónica- al Jefe del Estado y la constitución del consejo de ministros. En esos mismos días de Navidad, quizá (o no) alentado por la presencia del mayor número en la historia de nuestra democracia de partidos regionalistas y aún provincialistas en el parlamento, o incluso comprobando que este tipo de agrupaciones acaban llevándose su tajada, el ayuntamiento de León aprobó una moción con el deseo de recuperar el reino histórico leonés reconvertido en una nueva comunidad autónoma. Para algunos una ocurrencia, para otros un hecho de justicia histórica, desde luego este hecho, los disturbios de octubre y noviembre en las calles de Cataluña, la configuración de las Cortes de la recién inaugurada legislatura y un nuevo ministerio creado para atender este problema no están dando tregua al debate de la cuestión territorial. Precisamente el pronunciamiento leonés no ha hecho sino seguir la senda de reivindicaciones provincialistas como la de Teruel Existe en las nuevas cortes, y al comunicado municipal le ha salido un hermano gemelo de UPL en forma de carta a la nueva ministra de Política Territorial y Función Pública, a instancias de la UE y a los presidentes de las comunidades autónomas para "explicar el sentir de León". No sabemos dónde llegarán estas iniciativas, si se le sumarán nuevos seguidores o si el dinero y las inversiones -verdadero quid de la cuestión- acabarán dando solución -y consiguientemente silencio- a las demandas que plantean. Quizá tanta espesura vegetal y las miras en otras ramas estén dejando pasar de largo lo que a nosotros nos afecta.

Y es que en Zamora también nos la estamos jugando en la cuestión territorial. Como digo a mis alumnos de filosofía siempre, conviene ir más allá. Más allá de los primeros planos de la realidad para buscar horizontes amplios donde arraigar. El hecho, y nos afecta de lleno, es que en nuestra comunidad autónoma la cuestión territorial está cambiando. Más bien podemos afirmar que ha cambiado ya, y lo ha hecho por la vía de los hechos, sin proclamas, sin pronunciamientos políticos, pero también sin respuesta de la ciudadanía. Y este es el fondo del problema, que se ha producido una verdadera modificación en la política territorial de Castilla y León sin hacer ruido, poco a poco, sin estridencias, pero sin vuelta atrás, firme y por la vía de los hechos consumados. Somos la región más grande de Europa, muy despoblada y dispersa, y esos argumentos, unidos al del ahorro presupuestario -blandido precisamente en los años en que éramos ricos-, han valido para llevar a cabo este cambio silencioso. Castilla y León está integrada por 9 provincias, cada una con la misma entidad administrativa y jurídica que las demás, y por tanto iguales. Sin embargo este cambio silencioso ha dividido, de facto, la región en dos categorías, consagrando 4 capitales -las más pobladas- como polos de referencia, y supeditando a ellas el resto de capitales y sus provincias. Es el modelo 4 + 5. De modo que Castilla y León son ya 4 provincias de referencia y las demás en condición de sufragáneas de éstas. Lo hemos visto desde hace años en los servicios médicos, en el Ejército, en Renfe, en tantas otras, y lo estamos viendo ya en la administración regional, donde múltiples servicios sólo se nos ofrecen en una de estas 4 ciudades, a las que hay que acudir irremediablemente. Y una capital regional vale, pero 4... De esta forma se ha producido una disolución de las provincias, evidentemente no de sus límites territoriales, pero sí de su estructura y sobre todo su entidad administrativa, que va vaciándose de contenido en las menos pobladas para acabar por dárselo a uno de los 4 polos de referencia de la región, en el caso de Zamora llevado al sur sin opción a elegir, siquiera, por otra. Luego efectivamente se ha producido una auténtica revolución territorial silenciosa, cuya consecuencia es que en nuestra región ya no somos 9 provincias iguales y con la misma entidad.

Parece que esta reforma en la política territorial de Castilla y León ha venido para quedarse. Y desde luego lo hará mientras no tenga la contestación de las provincias menos pobladas. Fundamentalmente porque se traduce en beneficios para los 4 polos principales, y porque siempre estará presente el argumento del ahorro económico. Aunque en otros factores exista un auténtico despilfarro. E incluso sea responsabilidad de las administraciones públicas funcionar no sólo por criterios de rentabilidad económica. Ahora bien, el problema no sólo viene de la entidad regional. El 25 de febrero de 2018 este diario informó de que Loterías y Apuestas del Estado planteaba una reestructuración que dejaría a Zamora sin su delegación provincial. Afortunadamente no ha sido así. Más aún, hasta parte de la curia judicial de la diócesis de Zamora viene del vecino sur.

Me apena terriblemente cuando conocidos o antiguos alumnos residentes fuera de la provincia me dicen que casi no vienen por Zamora porque aquí no tienen más que a sus padres, y ya ni siquiera amigos, que también están fuera. Y me pregunto lamentándome cómo es posible que lo hayamos hecho tan mal como para no haber logrado entusiasmar con nuestra ciudad, con nuestro patrimonio, nuestro pausado estilo de vida, ni siquiera generar en muchos la alternativa que ya está perdida de antemano en tantos. Y no se escuchan con frecuencia, aunque las hay, personas que han hecho opción deliberada de vida por la permanencia en nuestra tierra, aún a costa de perder en otros aspectos. Soy consciente de lo impopular del argumento, pero ciertamente tenemos conciudadanos que optaron por ello y desenvuelven su vida como una opción por Zamora.

Apremia, pues, blindar todas nuestras estructuras de provincia. Nos urge llenar de pleno contenido las instituciones y organismos que sustentan nuestra entidad provincial. Y, si estuvieran obsoletas, reformarlas. Es la garantía de no ser absorbidos por otro polo. Por ahí fueron los tiros en mi artículo "La cuestión provincial y la lección del Senado" publicado por este diario el 26 de febrero de 2016. Imaginen si la estructura funcionarial de Zamora, que permanece en la ciudad precisamente por ser capital de provincia, desapareciera por integración en otro polo... Imaginen que las buenas palabras sobre Monte la Reina se hacen ciertas, y que el grueso de sus trabajadores se desplazaran desde otras capitales... Ya sucede en Zamora con demasiados empleados públicos. La esperanza tiene nombre de provincia. Y afianzar y apostar por las estructuras que sostienen nuestra entidad provincial es una urgencia que no podemos permitirnos ceder.