A servidor le enseñaron sus mayores que estamos en este "valle de lágrimas", entre otras razones, para que lo sea cada vez menos, y lo sea cada vez más gratificante para todos; lo que requiere que, todos los que formamos parte de él, nos esforcemos con nuestro trabajo, nuestro respeto y cumplimiento de las leyes, con el ejercicio responsable de nuestras obligaciones, normalmente voluntariamente asumidas, con el comportamiento ejemplar hacía los demás, etc.

Alcanzar tales objetivos exige, entre otros muchísimos requisitos, el haber adquirido unos saberes profesionales amplios, profundos y actualizados, lo que se logra mediante el estudio concienzudo, riguroso, diario, serio; que el "alma mater" . Y también que los centros de formación profesional tengan docentes con vocación, motivados para enseñar con plenitud, serios, maduros emocionalmente, con personalidad, que sepan comunicar, motivar en el aprendizaje, etc.

Además en estos tiempos, especialmente en las Escuelas de Negocios, siempre estrechamente conectadas con el mundo de la empresa y conocedoras de la formación que precisan quienes se incorporen a ella; inculcan, en sus exigentes, completos y válidos planes de estudio, enseñanzas sobre la ética en los negocios, la responsabilidad social corporativa, etc. Y es que la conciencia profesional, la categoría humana, y "demás", que falsamente se atribuye a la generalidad de los universitarios y titulados profesionales, debiera evitar, entre otros comportamientos, la "acepción de personas", el desentendimiento de pacientes, la mentira, el desprecio a la clientela, el incumplimiento del deber profesional de intentar resolver la problemática jurídica de la persona que ha tenido la deferencia de acercarse a su despacho, etc.

Y es que hay "galenos" que tienen un trato totalmente incorrecto con los pacientes, como no hacerles un seguimiento periódico de la evolución de su patología. Evitan la comunicación directa con ellos, utilizando a tal fin a la administrativa de su clínica privada, cuando se plantean cuestiones que por discreción y secreto profesional no pueden ni deben conocer e intervenir esta empleada.

Todos estos comportamientos ponen de manifiesto su más elemental falta de respeto a la ética profesional, a los reglamentos y estatutos de sus Colegios Profesionales, a la "lex artis", al "juramento de Hipócrates" que todos los médicos deben observar, para que no se les aplique el Código Penal, o que a los pacientes tengan reacciones imprevisibles y dañosas para su reputación personal y profesional, e incluso física; como carencia de educación, de humanidad, de profesionalidad, de talante, de comprensión, etc., etc., etc.

También el personal administrativo de las consultas médicas y despachos de abogados debieran ser lo suficientemente discretos respecto a los pacientes y clientes que a ellos acudan. Y los médicos y abogados facilitar la comunicación directa con ellos, pues las personas que acuden a las consultas médicas y legales van muy preocupadas, sensibilizadas, emocionalmente preocupadas, etc.; por lo que dicho personal no debiera ser intermediario entre médico y paciente, entre abogado y cliente, cuando se comentan cuestiones, o preguntan, o inquieren, sobre su patología o cuestión jurídica. La clientela, normalmente, no llama a las consultas y despachos para molestar; y los profesionales de la medicina y el derecho deben estar siempre solícitos con "quienes les dan de comer", les posibilitan el ejercicio profesional, justificando su razón de ser y de existir.

¡Tiempos aquellos en que los doctores y abogados tenían "clase", que era de admiración y respeto por la ciudadanía!