La economía, eso a lo que se referían los griegos para mencionar a la Administración, al orden ("nomos") de su hogar, de su hacienda ("oikos"), tiene hoy tantos raseros como pronunciadores del término. Tenemos muchas economías, pero una sola verdad inapelable referida a nuestros sueldos. Para empezar, un consuelo: todo podría ser mucho peor si no esclavizáramos (sin comillas, ¿eh?) a un enorme porcentaje de inmigrantes, que se unen a los esclavos de facto que ya vivían entre nosotros, bueno, en sus barrios. La llegada progresiva de nuevos "ciudadanos" nos ha subido de categoría a todos los demás. Gracias a su miserable vida lo que compramos es menos caro de lo que podría ser. Su mano de obra es tan barata que su trabajo no sólo es oprobioso sino que es un inmoral abuso.

Desde luego, quienes hablan en las televisiones, los políticos, los periodistas, se van olvidando progresivamente de esos individuos que sólo aspiran a sobrevivir con una ridícula pensión o con un salario que no llega al grado de dignidad. Todos los mensajes van destinados a esa clase de ciudadanos que aún tienen la esperanza de medrar, de no quedarse desplazados de esa carrera hasta la ostentación.

Pero en nuestra sociedad democrática (democrática), en nuestra sociedad de los medios de comunicación, de la opinión de cualquiera sobre cualquier cosa, en nuestra sociedad de crecimiento constante, cada vez hay más personas que se esconden detrás de nuestra vergüenza en un silencio apagado por los discursos presidenciales, ya sean financieros o gubernamentales.

En España hay pobres. Pobres de los de verdad. Pobres de los que se tiran en la acera y de los que se tiran en el suelo de sus hogares ruinosos.

La prosperidad de una democracia sólo es tal si el dato positivo de la macroeconomía coincide con los datos positivos de la microeconomía, si no, será prosperidad, pero no será democrática. Que un Estado como el español, siendo la décima economía mundial, teniendo los servicios públicos que tiene, con superávit en la seguridad social, con monarquía, con sueldos antojadizos de los políticos-alcaldes, se permita tener pobres es un acto de hipocresía y cinismo a la altura de la demagogia de este artículo.

Que un presidente que se hace llevar el título de socialista, se presente junto a un banquero en la ciudad de éste para hablarnos de lo bien que va España es poco menos que chocante.

El PSOE, en términos económicos, ha seguido la senda iniciada por el PP. Grandes números, grandes enriquecimientos a costa de los nuevos consumidores, embellecer el país de cara a los demás, quebrando la economía del hogar. Los sueldos medios están prácticamente congelados. Y cada vez más familias caen al pozo. ¿Es sólo culpa de ese irracional consumismo? O también influyen las políticas neoliberales de "proteccionismo" sobre un mercado "libre" entre los que ya tienen todo un patrimonio. Estado y gobierno son dos conceptos distintos. El estado democrático tiene que velar por la democracia en la cual se ha constituido y tiene que estar por encima de la inquina de los gobiernos de turno. Si no, los parlamentos están atacando a la democracia, al estado, transformándolo en lo que ya es: una oligarquía o una timocracia.