En este primer domingo después de la Navidad, la Iglesia nos invita a poner nuestros ojos en la Sagrada Familia, formada por José, María y Jesús. Frente a lo que pudiéramos imaginar, nos encontramos con una familia pobre y llena de adversidades. María tuvo que dar a luz en un establo, y al poco tiempo toda la familia ha de huir a Egipto por temor a que Herodes asesinara a su Hijo. Y es de suponer, -como ocurre hoy en día a tantos extranjeros pobres-, que la Sagrada Familia experimentara el rechazo, la incomprensión y la soledad. Fue una familia con problemas y dificultades, pero pese a todo, mantienen su fe en Dios.

Es la obediencia a Dios, el mutuo amor lo que les mantiene unidos y lo que cohesiona sus vidas frente a las dificultades y sufrimientos. Será la ternura, el amor y la presencia de Dios en sus vidas lo que dé la categoría a esta familia, no la riqueza, ni la ausencia de dificultades. Dios es su centro.

Fueron una familia normal y corriente. María y José tuvieron que trabajar duramente (no se trabajaba de otra forma en aquellos tiempos). Su vida de familia se compuso de muchos días de semana, llenos de trabajo, de preocupaciones, de alegrías y penas compartidas, de paciencia, amor, diálogo y respeto mutuo. Días en que no se celebraba nada especial, simplemente se vivía. Pero precisamente ahí en ese día a día fue donde se fraguó la santidad de aquella familia. Hoy se convierte para nosotros en signo del amor de Dios en nuestro mundo y modelo de nuestra vida de familia. Modelo de los días de fiesta y modelo de los días de diario

Hoy nuestras familias se tienen que mirar en aquel espejo. El objetivo no es vivir como vivieron Jesús, José y María. La vida ha cambiado mucho desde entonces. Los problemas que tenemos que enfrentar nosotros no son los mismos que los que tuvo que enfrentar aquella familia. Sin duda que la relación entre los esposos ha cambiado, también la relación de los hijos con los padres y de estos con los hijos. Pero hay algo que no puede cambiar: la vida de una familia se construye sobre la base del amor y el respeto mutuo con grandes dosis de paciencia y diálogo.

Hagamos de nuestra iglesia y de nuestro mundo, una nueva realidad configurada con los rasgos de una familia y de un hogar verdaderamente acogedor, en especial para tantos que no se sienten acogidos.

«La familia, escuela y camino de santidad» es el lema de la Jornada de la Sagrada Familia 2019

Los obispos firman un nota en la que recuerdan que «la vida familiar cotidiana y concreta, con su increíble riqueza y variedad, ha de ser el contenido real de esa santidad a la que estamos llamados. No podemos esperar un camino de santidad al margen de las exigencias y responsabilidades cotidianas de la vida familiar práctica, mezclada además con el complicado entramado de obligaciones, intereses y condicionantes que nos vienen del mundo profesional, económico, cultural y educativo. En ese camino concreto hemos de embarcarnos. Se habrá de ir llenando de acogida, de esfuerzo y entrega, de donación generosa, de trabajo y servicio generoso para poder así recorrer el camino de las Bienaventuranzas».