Esta es una historia real. Ocurrió hace 50 años en un pueblo de la provincia de Zamora llamado Cubo del Vino.

Aquel verano, siendo yo pequeña, mi padre me decía que había un pájaro blanco y negro que le seguía siempre por el campo. Llegando incluso a posarse en su hombro, mi padre le daba parte de su almuerzo, tal vez sería esta la razón por lo que siempre le seguía de finca en finca. Este pájaro era una simpática urraca. Un día le puso un pequeño cascabel, pues ya era tal la amistad que tenían que mi padre necesitaba saber de la "pega", de esta manera sabría si era la misma urraca quien le seguía o tal vez fuera una diferente cada día. Al día siguiente, comprobó con alegría que se trataba de la misma ave. Rápido se enteraron los niños del pueblo. La pega que veían con un cascabel volando por los alrededores del pueblo era, según los niños, "propiedad" de mi padre.

Aquel verano muchos en Cubo del Vino estaban pendientes del vuelo de la pega. Hasta en pueblos cercanos de Mayalde o Cuelgamures se comentaba que la pega con cascabel que a veces sobrevolaba por allí era de Cubo del Vino. Ella siempre volvía al sitio donde mi padre estaba haciendo las labores del campo, posándose en el yugo que unía la pareja de burros. Allí permanecía durante toda la mañana mientras mi padre hacía las labores. Así un día y otro y otro durante todo el verano ya fuera en el paraje de la Atalaya, las Lagunitas o en los huertos de la Manga.

A mi padre le alegraba cuando le decían "he visto tu pega en tal o cual sitio". El verano se acabó y con los primeros fríos la pega desapareció. Pero la historia tan bonita del labrador y la Urraca para siempre quedó.

He querido inmortalizar esta amistad entre mi padre fallecido y la pega en forma de escultura. Mi agradecimiento a un gran artista local llamado Antonio Hernández de San Eduardo que con su maestría y habilidad y con tan solo una foto del hecho y el recuerdo de entonces ha sabido esculpir en forja ésta escultura no omitiendo ningún detalle.