Pocas cosas resultan tan imparables como la unión de voluntades. Años y años de debate sobre la oportunidad de las políticas para el desarrollo del turismo, dinero invertido en ferias, campañas, polémicas estériles y otras cuitas se acaban de dar de bruces contra el muro infranqueable que se construye con los ladrillos de la ilusión y el mortero de la esperanza de cientos de miles de personas. En las próximas horas se conocerá si Puebla de Sanabria hace historia convirtiéndose en el escenario para la retransmisión de las campanadas de Nochevieja para toda España desde una cadena de televisión generalista de máxima audiencia. Ocurra lo que ocurra, lo que no ha fallado por segundo año consecutivo es una cadena humana forjada por un sentimiento identitario de corazón, una muestra del amor a la propia tierra sin que, por ello, tenga que resultar excluyente: al contrario, lo que cientos de miles de zamoranos de dentro y fuera de la provincia han dado estas semanas es toda una lección de hospitalidad, de generosidad y de superación frente a la adversidad.

Esa entrega ha conseguido contagiar a las instituciones: el esfuerzo llevado a cabo por el Ayuntamiento de Puebla se ha visto reforzado este año por otras instituciones locales, por la Diputación Provincial. Se han hecho añicos tópicos como la falta de colaboración empresarial a través de esa campaña de aportación de fondos con el único objetivo de que el alumbrado navideño de Puebla iluminara la España vacía para llenarla de anhelos de un futuro mejor. No se trata solo de una operación de marketing o de una corriente sentimental alimentada por la proximidad de las fiestas navideñas. Cada paisano que ha votado a Puebla ha creído en ella. Esa fe que, tan a menudo nos falta a los zamoranos para creernos nuestras propias potencialidades. Porque ese convencimiento de poder alcanzar un objetivo tiene como consecuencia inmediata la repercusión nacional, hacer ondear la bandera y hacernos visibles al resto del mundo.

Las cifras hablan también por sí solas: la Asamblea de los Pueblos más Bonitos de España ha cuantificado en diez millones de euros el impacto publicitario de la campaña de Puebla asociada a una conocida marca de bombones, pero puesta en práctica por la voluntad popular. Para hacerse una idea de lo que este montante representa, el Patronato de Turismo de la Diputación de Zamora, que doblará sus presupuestos para 2020, destinará en diferentes partidas 1,6 millones de euros. La repercusión mediática ha sido de tal magnitud que las previsiones es que el Parque Natural del Lago de Sanabria cierre el año con más de 600.000 visitas, lo que influirá notablemente en esas cifras de récord que han ido apuntalando al Turismo como sector estratégico para el desarrollo de toda la provincia. Durante los días de alumbrado navideño Puebla llegó a registrar más visitantes que durante el periodo álgido del verano, consiguiendo así otro reto: desestacionalizar el turismo.

Las instituciones responsables deben felicitarse por ello, pero también ser conscientes de lo que implica gestionar este fenómeno para que no seamos, una vez más, quienes matemos a la gallina de los huevos de oro. Las políticas de turismo planificadas, sostenibles, de calidad sin que ello suponga convertirlo en objeto exclusivo de una élite, son más necesarias que nunca. Solo faltaba morir de éxito cuando la meta apenas se roza con la punta de los dedos. Aún queda mucho camino por recorrer.

Pero entre tanta incertidumbre, el comportamiento de los ciudadanos debe servir, una vez más, de ejemplo a quienes nos representan. Esperemos que la unidad explicitada en Intur por parte de Diputación y Ayuntamiento de la capital sea solo el preludio de esa unión de voluntades que es la única de plantarle cara al dato feo de la semana: esos mil habitantes menos en los primeros seis meses del año como resultado del crecimiento vegetativo negativo de la provincia. O, retomando las palabras del alcalde de Puebla al saber finalista a la villa sanabresa, venzamos a la resignación y sentemos las bases para una nueva Zamora.