En Suiza el Gobierno federal ha decidido emitir monedas de oro y plata con la efigie de Roger Federer, con el añadido cualitativo de ser la primera vez en que una emisión de este tipo se dedica a alguien vivo. En España a Rafa Nadal, sin duda el mejor ejemplo vivo de los grandes valores que a todos nos engrandecen, como persona, como ciudadano de su tierra de nacimiento y vida y como español, lo ataca el alcalde casposo y rancio de Manacor, una ciudad que a estas alturas le debe mucho más al tenista que él a ella.

A lo largo de la historia todas las naciones han reconocido, homenajeado, tratado de engrandecer y convertir en modelos de conducta a sus grandes personajes; a aquellos que han contribuido de manera notable a hacer grandes a sus países, a darlos a conocer, a otorgarles protagonismo internacional. Esos "grandes hombres" -en genérico, que en lengua española integra esa totalidad formada por mujeres y hombres-, se preservan para el enraizamiento de las generaciones futuras en todo aquello que ha llevado a todo un pueblo hasta ser lo que es en el presente. Gracias a ello sus ciudadanos suelen estar orgullosos de pertenecer a la comunidad de la que forman parte, quieren seguir en ella y defender sus valores.

Aquí un tipo que le debe mucho más a su ciudad de lo que él ha hecho por ella hasta el momento busca su momento de gloria metiéndose con Rafa básicamente en los mismos términos en que otros de la misma ralea buscan infectar la imagen y el nombre de cualquiera que acredite excelencia por méritos y resultados y sobre todo si son personajes comprometidos que no se limitan a salvaguardar su dinero y a reírle las gracias a los únicos que hoy parecen autorizados a decir lo que piensan.

Esta vez ha sido Nadal, constantemente es Amancio Ortega y a la menor ocasión lo es cualquier otro que suene a éxito profesional fuera de lo mediático, de las redes sociales o del clan de la cultureta cinematográfica y televisiva que más que clan empieza a ejercer como auténtica secta. Unos son dianas, otros intocables. Unos viven de su esfuerzo y son de los mejores del mundo en lo suyo pese a lo cual no abdican de considerarse españoles y como tal, miembros orgullosos de nuestro país, nuestra cultura y nuestra historia y además suelen decir lo mismo y con las mismas palabras en Madrid o en Sebastopol. Los otros rara vez triunfan fuera de nuestras fronteras y cuando lo medio hacen, nunca dicen lo mismo en Madrid que en Hollywood, se ve que el cambio de latitud afecta al entendimiento.

Las redes sociales y los medios de comunicación agrandan el efecto pernicioso pero no son la causa de algo ya tan español como la tortilla de patata. ¿Que quién es el alcalde de Manacor? Un Imbécil más. Triste que haya tantos.

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